El fútbol es muy contradictorio

DEPORTES

PHIL NOBLE | REUTERS

El Liverpool perdonó en la ida y el Barça no supo administrar los tres goles y las tres bajas de ventaja

08 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El fútbol es indescifrable y caprichoso. El Liverpool mereció bastante más en el partido de ida, pero se fue del Nou Camp sin goles y con cara de no entender nada. En Anfield Road el Barça empezó atolondrado y, a pesar de no dominar de una manera incuestionable, se retiró al descanso viendo que el portero Allison había sido el mejor y con un tanto en contra que sembraba algo de inquietud. No mucha, porque la eliminatoria parecía bajo control. No fue así. Tras el descanso llegó una debacle difícil de explicar, a borbotones.

Los tres goles de la ida y las tres bajas del Liverpool en la vuelta, las de Keita, Firmino y sobre todo Salah, suponían mucha ventaja. Shaquiri está muy lejos de las prestaciones del delantero egipcio. El Barça dejaba espacios por su costado derecho, pero por allí faltaba la velocidad afilada del estandarte rojo. Mané, con frecuencia, trató de buscar su suerte entre los centrales. Y el Liverpool, a diferencia de lo que sucedió en la ida, perdió presencia en sus llegadas por las bandas. El gol de Origy, que nació en un grave error de Jordi Alba, y la sensación de que debía haber golpeado al conjunto inglés en la primera parte, y no lo hizo, eran las notas negativas para el Barça en una eliminatoria muy encarrilada.

Vuelco de la contienda

La segunda mitad fue otra historia, por la pegada inglesa, porque Allison siguió siendo el ángel salvador de los suyos debajo de los palos y porque fiar casi todo el fútbol ofensivo a las apariciones de Messi tiene un riesgo. Cuando no basta con el argentino el equipo se va perdiendo.

La Pulga no dejó de intentarlo, con sus conducciones y con esos pases que hacen un daño terrible al rival. Al filo del descanso le dio uno a Jordi Alba, al poco de volver tras el intermedio filtró otro para Luis Suárez. Las dos veces el arquero brasileño estuvo providencial. En el deporte, a menudo el resultado distorsiona el análisis. Y si alguna de esas acciones hubiese acabado en la red, quizás hubiera cambiado el partido y el Barça estuviese preparando ya la final del Wanda Metropolitano.

Esta vez, sin embargo, al colectivo de Valverde no le valió con jugar en función del resultado, a la espera de alguna genialidad. Pagó sus errores muy caros. El segundo gol arranca en otro balón mal controlado por Jordi Alba. En el tercero, Piqué no se anticipa para evitar el testarazo de Wijnaldum. Y lo del cuarto es una extravagancia. El fútbol es contradictorio. El Liverpool sumó más méritos en la eliminatoria, pero es el Barça el que la regaló. Se le escapó una oportunidad de oro.