El cálculo culé ganó al estrés inglés

DEPORTES

Alejandro García | EFE

El Barça mide más su despliegue, el Liverpool no da tregua con un fútbol vertical y veloz

02 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El Barça y el Liverpool regalaron un partido de ida de semifinales de la Champions de esos que se pasan en un visto y no visto, con dos equipos entregados a su fútbol, más calculador el de los culés, más estresante el de los ingleses. Al final ganó el Barça y ganaron los espectadores con un precioso duelo de idas y venidas. Quizás sea el estilo que imponen los dos grandes exponentes en ataque de cada equipo, Messi y Luis Suárez en un lado, Mané y Salah en el otro.

El Barça sabe que con el argentino sobre el tapete siempre hay amenaza de genialidad, ya sea en una conducción, en un pase, en un adorno, en un lanzamiento. Nadie desequilibra como él y con tanta variedad de recursos. Con el ariete uruguayo está garantizado el peligro en el área. Es un rematador puro, está al quite en todo momento, y lo demostró.

Mané y Salah son dos rayos, dos flechas que se mueven en línea recta sin dejar de correr. El equipo los busca con criterio cada vez que puede, ya sea con envíos largos o elaborando un poco más, pero dando prioridad a la línea recta y a la aceleración, sin distracciones y con un valor añadido: el de la precisión.

Capacidad para competir

Ernesto Valverde ha ido modelando el Barça no tanto alrededor de una idea de juego cuanto a un criterio de pragmatismo y competitividad. No domina los partidos como antaño, no hace de la posesión de balón un dogma, concede muy poco y sabe que tiene pólvora. No deslumbra, pero nadie le puede cuestionar el rendimiento. Por ocasiones y llegadas el Liverpool mereció algo más. Ter Stegen, la defensa y el poste evitaron más de un gol. Al Barça le bastó con el instinto de área de Luis Suárez en la primera parte, un rechace tras un gran pase interior y una falta para noquear.

A todo eso se le sumó el acierto de Valverde al retirar a Coutinho hacia la hora de juego para dar entrada a Semedo. A partir de ahí, quizás también porque parecía imposible mantener un ritmo de juego tan brutal, los ingleses ya no encontraron espacios con tanta facilidad. Salah y Mané perdieron protagonismo y el equipo se resintió.

El Liverpool perdonó y el Barça golpeó. Se lleva un 3-0 que, visto el devenir de la contienda, es oro puro, a pesar de que en la última jugada de partido Dembelé perdonó el cuarto. Y todo parece indicar que al planteamiento para el partido de vuelta del próximo martes va a ser el mismo. Porque el Liverpool demostró que solo sabe jugar con el pedal a fondo, sin esperar. Porque el Barça lleva toda la temporada evidenciando que nadie se maneja tan bien en función del marcador.

El resultado pone la eliminatoria al alcance de los dedos del conjunto azulgrana e invita a pensar en un partido de vuelta apasionante. En casa y obligado a remontar el Liverpool redoblará su apuesta. El Barcelona volverá a sacar la calculadora, a sabiendas de que con Messi en el campo siempre tiene una ventaja sobre el rival. Basta con darle libertad, porque el argentino acabará dejando su sello.

Si hubiese que buscar un solo pero al colectivo de Valverde en ese fútbol calculador fue el de las pérdidas de balón. El Liverpool aprieta y en cuanto recupera sale con velocidad y criterio. La falta de acierto en los metros finales le pasó una cara factura, pero hizo mucho más daño del que se pueda pensar al ver el cero en su casillero.