Tras el calvario en Reus, decidió irse al extranjero sin explorar un posible regreso al Deportivo
04 mar 2019 . Actualizado a las 16:54 h.Está todavía «algo perdido» en Graz. Mientras busca un piso en el que instalarse, sigue alojado en un hotel. Si cumple su contrato, Juan Domínguez Lamas (Pontedeume, 1990) estará por tierras austríacas al menos hasta el verano del año que viene. Atrás queda el despertar en el Dépor, el equipo de su vida, una cesión en Mallorca, y la muerte agonizante de su último club, el Reus. Una experiencia que le multiplicó las ganas de salir de España.
-¿Cuándo empezó a sentir esa necesidad de poner tierra de por medio, de irse a jugar fuera?
-Lo tenía en mente hace tiempo, antes incluso de aceptar la propuesta del Reus. Quería probar una experiencia diferente, salir de mi zona de confort. En su momento opté por seguir aquí, pero después de lo que he vivido estos meses lo tenía muy claro. Estaba convencido de irme al extranjero, necesitaba mentalmente cambiar de aires. Enfrentarme a algo que no había vivido hasta ahora. Todo es diferente, desde la gente hasta el fútbol. Tengo que adaptarme a una nueva realidad.
-Y con la barrera del idioma.
-Es que yo de alemán, nada. Tres frases como mucho. Y uno de los hándicaps que tengo es que en la plantilla no hay nadie de habla hispana, ni portuguesa tampoco. Chapurreo en inglés con aquellos que lo hablan un poco, que ni siquiera son todos. Seguramente me meta a clases para saber defenderme en lo básico. La única suerte que tengo es que, aunque imparte los entrenamientos en alemán, el míster -Roman Mählich- entiende el español porque su mujer es de Costa Rica.
-Se barajó la posibilidad contraria. En vez de alejarse de casa, volver a ella para jugar en el Dépor.
-Hubo contacto entre el Deportivo y mi representante. No llegó el punto de avanzar en nada, como en otras opciones que tenía en España, porque le dije que priorizábamos lo de fuera. Dentro de las alternativas que tuve -barajó seriamente la del Anorthosis- la que más me llamó la atención fue la del Sturm Graz. Es, tras el Red Bull, quizá el equipo más fuerte del país. Fueron segundos el año pasado y esta temporada empezó muy irregular, con cambio de entrenador incluído. Me apetecía el reto.
-Lo de irse al extranjero, teniendo alternativas de cierto nivel en España, es algo que suelen plantearse muchos futbolistas hacia el final de su carrera y acaba de cumplir 29 años, la edad de plenitud, por así decirlo.
-Me da la sensación de que llevo una barbaridad jugando al fútbol. Debuté con 19 años, pero ya con 16 hice la pretemporada con el primer equipo del Deportivo -siendo cadete, con Caparrós como técnico- jugaba amistosos, entrenaba con ellos... Debe ser por eso que tengo la sensación de que, en vez de estar en la etapa dorada de futbolista, mentalmente me siento por delante. Es como que de cabeza, que no de forma física, me siento mayor de lo que soy. Quizá por ello me ha pedido esta experiencia antes de lo que suele ser habitual. Lo que he sufrido en Reus también ha influido.
-¿En qué momento fue consciente de lo que se venía encima?
-En agosto, el entrenador nos reúne para decirnos que cinco jugadores se quedan sin ficha. Así, de repente. Nos quitan cuatro titulares indiscutibles y un quinto que lo era muy a menudo. Le pedimos explicaciones al club y lo achacan a un cambio de normativa. Les creímos. Nos piden que echemos el resto hasta enero y que luego podrán inscribirse. Nos hablan de una ampliación de capital en octubre. Pasa un mes, nos ponemos en septiembre, y dejamos de cobrar. Llega octubre y ni ampliación de capital, ni dinero, ni nada. Aquello ya nos empieza a oler fatal. Nos dicen entonces que quieren vender el club. Y, a partir de ahí, una mentira tras otra. Llega un momento en el que ya no te crees nada. Tuvimos que irnos un mes a un campo artificial porque no pagaban ni a los jardineros y los campos de entrenamiento estaban hechos un desastre.
-¿Cómo gestionó emocionalmente una situación profesional tan compleja?
-Fue todo tan surrealista que, por mucho que lo cuentes, es difícil hacerse a la idea si no lo vives. Y encima acabé de capitán. Así que me vi gestionando reuniones con la Liga, con la AFE, con abogados... Unos te decían una cosa, otros la contraria. Fue una locura. Tu futuro en juego constantemente y con una incertidumbre insostenible. Ya no era preocuparte porque tienes que competir con cinco menos, o por no cobrar. Es que ves en tus narices que el club va a desaparecer. Algo tan grave y tan serio, aunque sea por culpa de una sola persona, afecta muchísimo. Animícamente, estábamos hundidos.
-¿Le siguen debiendo dinero?
-Sí.
Su salida de A Coruña le dejó huella. De gran promesa a descarte, Juan Domínguez se vio obligado a reinventarse. Su debut en Primera le llegó de la mano de Lotina, en Almería, el 13 de diciembre del 2009. Fue relevado en el minuto 56 por el único ídolo que confiesa haber tenido en su vida: Juan Carlos Valerón.
-Si suma experiencias, le daría para un libro. No sé si lee a menudo.
-Sobre todo artículos en internet. De curiosidades, más que nada. De hecho, el último libro que leí era también una historia con acertijos.
-¿A qué dedica el tiempo libre?
-Sobre todo a ver series o jugar a la consola. Le estoy dando últimamente al «Spiderman» que, aunque suene para niños, en realidad es un juego de superhéroes muy currado. Juego de Tronos me parece el Messi de las series. Ahora, estando aquí solo, seguro que tendré mucho tiempo.
-¿Qué se llevaría de su casa a Austria, además de la compañía de la familia?
-Si pudiera, me traería la tortilla de patatas de mi madre.
-¿Ha estado en algún concierto recientemente?
-En el de mi paisana Miriam Rodríguez, en Valencia.
-¿Qué es lo que no soporta?
-Llevo realmente mal madrugar, me molesta mucho.
-¿Sigue la realidad política?
-Sí, veía las noticias en España. Sé que hay elecciones generales en breve. Ahora, aquí, la sigo algo menos.
-¿Le sorprende el ascenso de VOX en las encuestas?
-Me sorprende, claro que me sorprende. Aunque cada vez en la política española me sorprenden menos cosas.