Burrieza exprime a un talento italiano

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El extenista gallego impulsó a Moroni a subir 400 puestos en solo cuatro meses

25 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Óscar Burrieza, el mejor tenista gallego de siempre, vuelve a disfrutar de los grand slams con un jugador que se elevó del puesto 1.010 de la ATP al 212 en apenas 12 meses. A sus 43 años, el entrenador lucense guía ahora a un romano apodado El Búfalo, que hace yoga. Ahora en feliz sintonía Gian Marco Moroni acabó bajo la tutela de Burrieza de carambola.

 Tenista talentoso, con 1,84 de planta e interesante porvenir, se machacaba en París en la academia del gurú italiano Riccardo Piatti, exténico de Djokovic, Ljubicic, Gasquet y Raonic. Hasta que su carrera le pidió un cambio. Después de años lejos de casa su carácter familiar le animó a seguir los pasos de su hermana, Mika, pareja del exjugador argentino de pádel Diego del Percio, instalados en Madrid con un recién nacido. Un preparador físico con un pie en el tenis y otro en el pádel, Curro Alba, recomendó a Moroni hablar con Burrieza, responsable del grupo de élite de la Federación de Tenis de Madrid (FTM). Se vieron en un torneo future -tercer esacalón de la ATP- de Murcia y desde entonces supieron que la actitud luchadora y el compromiso de ambos con el tenis les emparentaba. «Allí vimos pros y contras, y le hablé de la posibilidad de que encajase en el grupo de Madrid. Luego hicimos un par de ajustes en su juego y las cosas salieron bien», explica Burrieza.

 De aquel contacto en febrero y varios entrenamientos en Madrid, cuando ocupaba el puesto 710 de la ATP, nació la prueba como jugador externo en el grupo de la FTM. Con ellos viajó Moroni a dos challengers -segunda categoría ATP- a Sudamérica, sin ránking para poder jugarlos, pero dispuesto a aprender de Burrieza y Javier Martí, el talento que no termina de asentarse en la élite.

 Un golpe de suerte abrió a Moroni un sitio en Punta del Este. Y no paró hasta cuartos, cuando perdió ante Simone Bolelli, uno de sus ídolos. Gracias a una invitación de última hora también accedió al cuadro final en Santiago de Chile, perdió en tres sets en cuartos contra Robredo, y creyó definitivamente en sí mismo. «Para él fue un subidón de confianza al verse a punto de ganar a un ex top 10. Fueron dos torneazos», recuerda Burrieza sobre aquella aventura clave para unirlos.

El nivel en Sudamérica era un aviso de que los futures se le quedaban pequeños a Moroni. Pero cumplió con un compromiso en Reus, ganó el título y ya no volvió a torneos de tercer nivel. «En unos unos meses pasó del de ser el 710 a acercarse a los 200 primeros», explica Burrieza, que entonces aclaró su situación en el grupo de la FTM. Javier Martí, el principal jugador al que entrenaba, volió a operarse del codo y la presencia puntual de Moroni en el grupo federativo se había prolongado ya mucho tiempo.

 «El Búfalo y yo decidimos dejar el grupo. Yo llevaba 10 años en la federación, muy contento y agradecido, pero se me abría la oportunida de trabajar con un tenista con el que conecté desde el principio. Él reúne todo lo que un entrenador quiere para trabajar a gusto y motivado», explica Burrieza, un enamorado del tenis entendido como un desafío en positivo, al que solo nueve operaciones de rodilla complicaron el ascenso a la super élite.

La escalada de Moroni se detuvo una semana después de jugar la previa del US Open por culpa de una lesión en la espalda que le apartó de las Next Gen Finals, laa versión de la Copa de Maestros para jugadores sub-21. Burrieza aprovechó la baja para modelar la evolución de un joven típico de tierra hacia mejores prestaciones en pista rápida y jugar en Doha y Melbourne, entre otras paradas. «En estos primeros meses del año lo principal es aprender y evolucionar en pista dura», explica el entrenador gallego, que para impulsar a Moroni se apoya en Javier Bustos como preparador físico y Juan Manuel Esparcia -ex entrenador de Guillermo García López- como mánager. Entrenan entre las pistas de la FTM en Fuencarral y el Tenis Chamartín.

Ahora en el puesto 226, Moroni tiene contratos con Asics y Wilson, y el respaldo de la Federación Italiana para parte de sus onerosos gastos por todo el mundo. El Búfalo nació en Chile, como un apodo para motivar a un jugador que Burrieza quería que fuese como Ronaldo Nazario cuando arrancaba en estampida desde el centro del campo. «Por su potencia y lenguaje corporal y como impresiona a los rivales, le dije que tenía que ser así. Lle gustó y utilizamos ese juego para motivarle durante los partidos. Salvando las distancias, tiene el carácter de Nadal y el estilo de Thiem, y en momentos de duda de un partido le llamo así, Búfalo, para superar ese trance con su instinto. Y nos hacemos el gesto de complicidad con los índices como los cuernos de un búfalo», explica Burrieza, convencido de aprovechar la complicidad fuera de la pista y la fuerza mental para impulsar la carrera de su último pupilo.