José Pintor, Diego Vallejo y Cándido Carrera, ejemplos de versatilidad, ponen en valor su capacidad para marcar la diferencia en carrera
01 mar 2019 . Actualizado a las 15:30 h.Es posible que los que se sientan a su izquierda estén al volante, pero, para muchos, son los copilotos los que manejan el timón. Aunque los propios protagonistas se empeñen en mantener un perfil bajo y acudan al manido «somos como los porteros en el fútbol; podemos perder un rali, pero no ganarlo». «Ni un gran copiloto puede hacer ganar a un piloto sin talento», remachan.
Por supuesto, son multitud los que discrepan. Y lanzan tres ejemplos que refuerzan la labor de los copilotos en el automovilismo: Diego Vallejo, Cándido Carrera y José Antonio Pintor. Y el matiz es, precisamente ese, el automovilismo y no solo los ralis. Porque, por encima de todo, los copilotos han demostrado ser mucho más versátiles que los pilotos y se desarrollan en más disciplinas cosechando éxitos. El debate resurge con el inicio del Campeonato Gallego de ralis de asfalto, el próximo sábado con la celebración del rali de A Coruña.
Será la última cita en la que José Antonio Pintor (Ordes, 1983) haga pareja con Iván Ares, con el que empezó en el 2010. Su nueva situación laboral le impide disponer de los días libres necesarios para competir en el Nacional. «Aínda que pareza un deporte profesional, non o é por completo. É moi difícil vivir disto», argumenta. Juntos lograron sus primeros campeonatos. Ahora, Pintor seguirá en el equipo como ouvrier (reconoce los tramos justo antes de que pase la caravana de seguridad, para afianzar notas y reglajes). Además, intentará participar en varias pruebas del Gallego con el piloto Alberto Nimo. «Motivaríame moito facer o Supercampionato. Misturar terra e asfalto é o que debería prevalecer, como sucede en tódolos países», avanza.
Cree que la competitividad empuja a los copilotos a ampliar sus horizontes. «O piloto está máis limitado porque o normal é destacar en só unha disciplina. Por exemplo, non vexo a Iván Ares indo ó Dakar, pero si a min mesmo, co rutómetro, de navegante», describe Pintor.
Se despedirá como copiloto de Ares en el «rali da casa, literalmente». El último tramo termina justo donde está la vivienda familiar, en la mítica curva da Cabra. «Gañar o rali de A Coruña é tan importante como gañar un do Nacional», concluye.
Esa pasión desatada es la que mueve a Diego Vallejo (Meira, 1973), para muchos, un maestro de copilotos. Lleva 386 ralis en su cuerpo. Junto a su hermano Sergio se afianzó en el Nacional (ahora de tierra), fue copiloto oficial de Citroën en el Mundial y sus participaciones en el Dakar junto a Óscar Fuertes son épicas. Compitió con camiones e imparte cursos de 4x4 en la Academia Galega de Seguridade. «En la variedad está el gusto», resume. «Cuando hago asfalto estoy deseando hacer tierra, o todoterreno. Son muy distintos. Y el Dakar... el Dakar es distinto a todo», describe, mientras hace hincapié en la verdadera labor de un copiloto: «Es una labor ingrata, invisible, que incluye hasta las inscripciones y las reservas de hotel. Planificamos el rali».
A Cándido Carrera le gusta decir que sigue la estela de Diego Vallejo. De hecho, al igual que Pintor, fue alumno de Vallejo. «Es verdad. Ser copiloto no es solo cantar notas. Somos los encargados de saber todos los intríngulis de la reglamentación. Tocas muchos palos y eso te facilita la adaptación. Te van atrayendo cosas», corrobora. Acompaña a José Cohete Suárez en el Nacional de asfalto y también corre con Dani Alonso. «Yo les ayudo a encontrarse a sí mismos, pero la velocidad la tienen ellos», dice. Las gestas del WRC Academy lucen en su palmarés. Participa en la organización del rali Sur do Condado, coordina tests e impulsó el Gallego de ralimix, generando notas estándar. «Hay que tener la mente abierta», concluye.
El rali de A Coruña, los raids y el amor por la naturaleza
Diego Vallejo recuerda cómo pronto, con apenas 16 años, se entregó al asiento del copiloto. «No hay que tener miedo, no marearse y ser muy aficionado», resume. En esta última faceta, recupera el momento en el que pasó de ver los bólidos desde la cuneta a subirse a uno de ellos. «Mi primer rali fue el de A Coruña en 1989. Imagínate los recuerdos. Era un sueño correr, y solo correrlo, un rali. Entonces dije: ‘Bueno, ya está. Ya sé lo que es’. Pero no esperaba que enganchase tanto». De vez en cuando, Vallejo se deja ver en alguna prueba del Gallego, como el San Froilán.
Esa fue la última carrera del autonómico para Cándido Carrera, en el 2017. «Si puedo ir de público con amigos, voy a disfrutarlo. Para saber competir hay que saber perder. Y disfrutar del deporte», aconseja. El copiloto también goza del contacto con la naturaleza, de modo que, a veces, aparca el coche, y compite en raids de orientación con el club Cornelius. «Es comunión con el medio ambiente. Yo en un gimnasio me siento atrapado», describe. Por eso, cuando se le plantea emular a Vallejo, Carrera responde: «¿El Dakar? Mañana firmo. Sigo la senda de Diego, que fue el que me enseñó. Es un ejemplo. Lo sigo viendo como el profe».