¿Qué opinan ellos de las goleadas? La Voz de Galicia visita el entrenamiento de los alevines del Eirís Sociedad Deportiva, el club que hace dos años abrió el debate mediático sobre los marcadores abultados en el fútbol base

Lois Balado
A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

El campo de fútbol donde entrena el Eirís Sociedad Deportiva, un equipo humilde del fútbol coruñés, es uno de los terrenos de juego olvidados por aquel plan de reformas que hace algunos años dotó de nuevas instalaciones al fútbol base de la ciudad.

El único verde es el del musgo que la humedad del clima hace crecer en las gradas, y el de agún hierbajo que brota milagrosamente más allá de los límites del rectángulo de juego. El campo es de tierra, tiene cuatro porterías -dos en los fondos, y dos en las bandas- y está iluminado por los focos que alumbran el entrenamiento del equipo alevín. Ya es un avance. Hace un par de años, directiva, técnicos y jugadores se plantaron en María Pita para trasladar sus sesiones tácticas y físicas a la plaza del ayuntamiento. Reclamaban que la corporación municipal reparase el cable que había sido robado y cuyo hurto impedía que los chavales pudiesen entrenarse. Lo hicieron bajo un lema potente: «Eirís sin luz. En vez de darle al balón, nos pasamos al botellón». Consecuencias de ser un modesto entre los modestos. Hasta en el fútbol base hay clases.

Un mes antes de aquella protesta, este club ya había acaparado titulares. Tampoco por nada agradable. Su equipo de infantiles había sido goleado por el Atlético Coruña Montañeros. Muy goleado. El marcador, un contundente 0-25, abrió el debate sobre las abultadas derrotas en el fútbol de formación. ¿Debían seguirse publicando marcadores tan abultados?, ¿bastaba con saber si un equipo había ganado o perdido?, ¿era desvirtuar la competición proteger a los equipos más débiles? La Federación Galega de Fútbol acabó tomando medidas, pero el debate sigue vigente. Cada vez que este periódico se hace eco de una goleada polémica, los foros se llenan de comentarios. Son adultos acaparando un debate que también pertenece a los jugadores, por mucho que apenas levanten un metro del suelo.

Los jugadores del Eirís están bastante al tanto de la última goleada recibida por un equipo de Ferrol. Esa derrota, por 30-0, la comentaron varios de los integrantes del equipo en el coche del padre de Iván, delantero centro, volviendo de un partido.

«Se pasaron», comenta Nagore, a lo que Gael, el portero, matiza: «Se pasaron mucho». Y, rápidamente, comienzan a recordar un duelo de la temporada pasada en el que este jovencísimo guardameta tuvo que recoger once veces el balón de entre sus mallas. «No tengo sustituto, además», comenta resignado por no tener con quien compartir su carga.

CESAR QUIAN

«Yo prefiero que ponga solo victoria porque yo no quiero ser un creído diciendo que he marcado 32 goles. El número no importa. Si ganas por un gol vale, si ganas 32-0... es lo mismo. Ganas, y ya está», argumenta Gael con una vehemencia inusitada en alguien de su edad.

La procesión va por dentro y cada uno digiere estos resultados como puede. Mohamed y Ousama, el Eirís es un fantástico crisol de culturas que no es más que el reflejo del propio barrio, no comparten parecer. Mientras que ‘Moha’ admite haberse ido «destrozado» tras un 11-1, Ousama, con una sonrisa de oreja a oreja, dice: «Es que ya estoy acostumbrado».

En lo que casi todos coinciden es en que siempre que han sido goleados, los rivales no se han mofado de su desgracia. Todos menos Leo e Izan, dos benjamines a los que recurre el entrenador cuando faltan jugadores para completar la alineación el día de jornada. Algo habitual. Hablan de un delantero del que aseguran que «se creía Cristiano». El equipo de ‘Cristiano’, paradójicamente, cayó derrotado frente a ellos.

El alevín del Eirís todavía no ha sumado puntos esta temporada, pero siguen entrenando. Entre la tierra y los focos no brilla su fútbol, pero su clase es cegadora.

«No somos malos, somos regulares», dicen los más pequeños

Iván, Valeria, Ousama, Mateo, Nagore, Bilal, Marcos, Gael, Joan y Mohamed. Son los chicos de Alberto Alvariño, el entrenador de este grupo. Diez licencias para ocho puestos, lo que obliga muchas veces al club a tirar de jugadores del benjamín. Niños y niñas de ocho y nueve años contra chavales de diez y once.

CESAR QUIAN

«Fui a jugar con ellos y había unos que eran súper altos», dice Jero, otro benjamín que esta tarde se ha vestido de corto para completar el entrenamiento de los mayores.

El Eirís benjamín sí que ha logrado ganar un partido este curso, pero está claro es que no se les ha subido la victoria a la cabeza. Cuando Izan recuerda su derrota más abultada de esta temporada, habla de un día lluvioso de principios de noviembre en cuyo análisis no puede ser más crudo. «Como somos muy malos, cuando llueve no podemos hacer nada. Lo único es intentarlo y nada más». Leo, que le escucha atentamente, puntualiza su conclusión. «No somos malos, somos regulares».

Pese a que los resultados no son buenos, ni mayores, ni pequeños quieren renunciar al sueño del profesionalismo. Joan, que llegó hace tres años de Venezuela, se está poniendo las pilas en esto del fútbol. Lo suyo era el Béisbol antes de aterrizar en Galicia, pero se muestra orgulloso de su evolución. Moha y Valeria son más indiferentes. El primero cree que «hay otros trabajos», mientras que a ella le atrae la posibilidad de ser policía.

No parece haber consenso sobre si ocultar la crudeza de los marcadores en las páginas de estadísticas es positivo o negativo. Mateo tiene una visión de lo más honesta sobre el asunto. Él considera justo que el marcador aparezca reflejado. «El rival tiene que tener su mérito también», aunque deja una puerta abierta. «Bueno, a ver, es lo justo, pero si son más mayores y eso...», dice ante la presencia de Bilal, que no acaba de dejar demasiado clara su postura. Primera asegura que solo le importa como juega y pasarlo bien, pero después asegura que si se viese en la oportunidad de golear a alguno de sus verdugos esta temporada apretaría mucho «como ellos hicieron con nosotros». Eso sí, deja claro que «sin patadas ni nada de eso».

Son, en definitiva, un grupo de chavales que tienen mucho recorrido en el saber aceptar las derrotas que, tarde o temprano, a todos llegan.