La conexión gallega de Caruana

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El Maestro Internacional ruso Boris Zlotnik, que vivió y conserva vínculo familiar con Galicia, entrenó en España en el 2004 al subcampeón del mundo

01 dic 2018 . Actualizado a las 22:56 h.

El Mundial de ajedrez tuvo acento gallego. A primera vista, no lo parecía, porque el norteamericano de raíces italianas Fabiano Caruana se crio en Miami, pero la realidad es que Galicia jugó un papel clave en la formación del subcampeón del mundo y una de las personas por las que pasa el futuro del ajedrez.

En el mismo año que Caruana venía al mundo (1992), el Maestro Internacional Boris Zlotnik (Moscú, 1946) abandonaba una Unión Soviética en plena descomposición. «La Perestroika pudo ser muy buena para Europa, pero en aquel momento era un auténtico desastre para la URSS. No se podía vivir en Moscú. La criminalidad era alta y la economía se colapsaba. Lo perdí casi todo y decidí irme», explica Zlotnik, una de las figuras más relevantes del ajedrez mundial en los últimos años, gracias a su labor de entrenador y profesor.

Su destino fue Ferrol. El presidente del Círculo Ferrolán de Xadrez, Juan Rodríguez Rey, era un buen conocedor de la trayectoria de Zlotnik, que era en ese momento el entrenador del Gran Maestro Miguel Illescas y acudía a torneos del prestigio del de Linares. Venía avalado por el campeonato ruso júnior y su formación en la escuela de Mijaíl Botvínnik (primer ajedrecista ruso campeón del mundo), en la que también estudiaron figuras como Anatoli Karpov y Garry Kasparov (que posteriormente también desarrolló una escuela con Zlotnik como profesor).

Afincado en Ferrol y reforzado por el apoyo de Xosé Luis Veiga Godoy (profesor de ajedrez en la Universidad de Santiago), el Maestro Internacional ruso, que también entrenó a Óscar de Prado, pronto dispuso de propuestas para la docencia de ajedrez en Madrid, por medio de la UNED. Y, tras un lustro en Galicia, se mudó sin perder su vínculo (todavía parte de su familia vive en Ferrol).

En ese momento, se pusieron en contacto con él los padres de un niño norteamericano de gran talento: Fabiano Caruana. Con doce años de edad, estaba decidido (mejor dicho, sus progenitores) a ser profesional del ajedrez. La apuesta era fuerte: mudarse a Madrid, abandonar el colegio para estudiar en casa y ponerse en las manos de Boris Zlotnik. «Quizás llegó a mí por pura casualidad», asegura en tono distendido el ruso. «Lo cierto es que había un par de jugadores jóvenes mejores en el mundo, pero la fuerte decisión de sus padres, que me sorprendió, fue clave. Mijaíl Botvínnik decía: ‘Ajedrez, sí, pero estudios también’. El mundo moderno es diferente. Irán, China e India sacan multitud de ajedrecistas de alto nivel. Hoy los tiempos son más acelerados y un jugador de cuarenta años casi está gastado. Por otro lado, el que tiene talento y quiere ejercerlo, debe dedicar mucho tiempo a ello desde niño», reflexiona.

Proceso íntimo, pero profesional

Zlotnik planteó un régimen de entrenamiento con clases de dos horas dos veces por semana, torneos mensuales (uno de ellos llevó a Caruana a Mondariz junto al Gran Maestro Iván Salgado) y preparación física específica. «Considero el entrenamiento de ajedrez como un proceso muy íntimo, de modo que no quiero interferir en sus etapas posteriores. Fabiano siempre fue un trabajador con gran capacidad de sacrificio que aprovechó las oportunidades que le brindó la vida. Aquel niño tenía una visión de tablero excepcional. Trabajamos mucho los finales, el dominio de posesiones simples que no se aprecian a primera vista. El cálculo tiene gran peso en ello», relata.

Boris Zlotnik relaciona su experiencia con Caruana con su actuación en el Mundial contra Carlsen, en el que perdió en el desempate de forma fulminante después de haber resistido durante doce partidas que acabaron en tablas. «El ajedrez es una música intelectual, es como el bar de los matemáticos. Para los seres humanos, es talento; para los ordenadores, algo intelectual. El problema es tomar decisiones sin toda la información. Y ahí digo que no es justo que un título tan valioso se decida con semirrápidas», dice. «Cierto es que Carlsen estaba en la misma situación, pero tiene un talento extraordinario. Dicho esto, creo que bajó su nivel, no sé por qué. Y Caruana está en progresión. Su diferencia en clásicas es mínima, muy por encima del resto. Veremos si se vuelven a enfrentar en el futuro», añade.

«El campeón del mundo es el que gana a los otros en algo que ellos no pueden hacer. Carlsen era mucho más superior hace cuatro años y en el Mundial mostró su talento en las rápidas. Hay demasiada diferencia entre clásico y rápido. A Caruana le encantaba jugar partidas rápidas en Internet y las abandonó porque se le aconsejó argumentando que eran perjudiciales. Tendrá que trabajar este aspecto, porque aunque se discrepe, hay que adaptarse al reglamento», analiza.

«Algunos nunca tuvieron entrenador, sino ordenador»

Al hablar de Juan Rodríguez Rey (impulsor del ajedrez en horario lectivo para unos mil niños ferrolanos) y Xosé Luis Veiga Godoy (organizador de actividades ajedrecísticas intelectuales al abrigo de la universidad), Boris Zlotnik concluye: «El talento en España está poco valorado. Además, es un país demasiado futbolístico, lo que lo ensombrece todo, salvo figuras como la de Nadal. Y en ajedrez no aparece todos los días, como tampoco en otras actividades deportivas. Es importante saber que mucha gente como el científico Jorge Mira y su pupilo Ángel Paredes juegan al ajedrez. No todos pueden ser campeones, pero el país necesita gente inteligente».

Zlotnik realiza una proyección a nivel mundial y ejemplifica. «En China, el crecimiento económico fue acompañado de un desarrollo ajedrecístico», resalta vinculando ambos sectores.

En este sentido, el docente ruso incluye un factor más. «Los ordenadores provocaron una verdadera revolución en el ajedrez. Antes, el entrenador era muy importante en este deporte. Sin embargo, ahora hay jóvenes talentos que nunca han tenido un entrenador, sino un ordenador. Esto sucede, sobre todo, en países con limitados recursos económicos», explica.

El profesor, que llegó a ser uno de los rectores del ajedrez ruso, asegura que guarda «muy buenos recuerdos» de su estancia en Galicia, pero no se atreve a aventurar el futuro de esta actividad en la comunidad, en relación con las futuras promesas del deporte. En cualquier caso, vuelve a insistir en que «muchos profesores universitarios o medallistas en olimpiadas matemáticas practican ajedrez de alto nivel. La divulgación que se haga es también indicativo del desarrollo de un país».