El piloto, afincado entre Italia y Bélgica, descansa en Lugo tras un año agotador y operarse el codo por segunda vez

Paulo Alonso
En La Voz desde 1999.

Jorge Prado (Lugo, 2001) es el primer millennial gallego que se proclama campeón del Mundo. Su vida gira a la velocidad de los nuevos tiempos. Nació en Galicia, vive desde los 12 años con su familia en Lommel (Bélgica), entrena ahora en Italia arropado por su padre y viaja por todo el globo para ganar carreras de motocrós. El sábado, antes de empezar un oasis de vacaciones en la casa familiar de Ramil, se perdieron sus maletas entre Bruselas y Frankfurt. No le había pasado este año los 60 vuelos anteriores a este último rumbo a la desconexión. El 23 de diciembre del 2017 se fracturó el codo, una lesión que alteró su inicio de temporada, y que le llevó el miércoles de vuelta al quirófano para que le quitasen el clavo que tenía en la articulación. El postoperatorio lo aprovecha para cargar pilas en casa. La chimenea encendida acompaña la conversación en una mañana en la que llega el auténtico otoño al rural de Lugo. Luego en el jardín repasa palmo a palmo cuál fue su primer paseo en moto el día que cumplió 3 años. Al niño de los récords del motocrós, con su padre al lado, como en el primer día, se le iluminan sus vivos ojos marrones al hablar de su pasión, en una sala llena de cascos, monos, trofeos y recuerdos de una vida (el inicio de una vida) asombrando sobre dos ruedas. «Estuve dos meses sin utilizar el brazo. Al principio tenía una molestia e incluso ahora, antes de quitarme el clavo, algunos movimientos no los podía hacer. Pero tuve muchísima suerte porque [la fractura] no me limitó mucho para el motocrós, salvo al dar gas a tope o si el terreno estaba muy duro. ¡Sí me impedía jugar al tenis o al baloncesto, o pasar mucho tiempo en bici! Ahora en dos o tres semanas, después de un descanso, ya estaré entrenando otra vez, aunque aún no sea sobre la moto».

-Termina un 2018 agotador.

-Sí, una temporada de bastantes viajes, carreras... Pero disfruté muchísimo más. Dentro del equipo de Red Bull-KTM este año cambié de estructura y me sentí muy bien. Fue un año complicado, entrenando fuerte y compitiendo dándolo todo, pero muy bonito también. ¡Perfecto!

-¿Qué cambia en Italia?

-Lo primero, que mi padre y yo nos fuimos a vivir a allí, dejando a mi madre y mi hermana en Bélgica, aunque ellas vienen a las carreras para coincidir más. Y cambiamos a la estructura italiana dentro del equipo Red Bull-KTM con diferente entrenador [Claudio Di Carli], mánager, mecánicos... Y eso nos hizo dar un paso en entrenamientos y en moto.

-Entrena con Tony Cairoli, nueve veces campeón del mundo.

-Entrenar con él, en lo físico y la moto, me permite aprender de él. Lo uso mucho como referencia, fue segundo del Mundial de la máxima categoría este año, así que es el segundo piloto más rápido del mundo. Con él, sé adonde tengo que llegar.

-Tuvo un 2017 muy duro, con desfallecimientos y deshidratación en varias carreras, pero las evitó ya en el 2018.

-Este año gané las carreras en las que lo había pasado fatal el año anterior. Así que fue un cambio muy bueno. Físicamente dimos un salto porque entrenamos más y solo me dediqué al motocrós, con lo que pude descansar mucho más. Eso me permitió subir de nivel en la forma física y la fuerza. Y así estuve al máximo en todas las carreras.

-¿En qué trabajaron para acabar con aquello?

-Claudio hace un programa de entrenamiento con otro preparador y hacemos un entrenamiento físico porque el deporte es muy físico, con mucho gimnasio y carrera a pie o bicicleta, pero al final lo que más hacemos es andar en moto.

-Ahora parece que estaba predestinado para triunfar. Pero en tres años, siendo muy joven, sufrió tres fracturas seguidas.

-Al irme a Bélgica tuve fallos que provocaron lesiones. Fueron tres años seguidos que me lesionaba, y no me lo podía creer. Cogía la moto, andaba medio año y paraba, y otra vez. Aunque yo avanzaba. ¡No sé cómo lo hice! Fueron años muy duros, los tres primeros con el equipo, y nosotros pensábamos «si no puedo dar resultados, esto no es bueno para el equipo». Pero siempre me apoyaron el equipo y la familia, que podía pensar en volver a España. Seguimos adelante y en el 2015, en el cuarto año en Bélgica, gané el Europeo de 125 y dijimos «tampoco va tan mal»; el siguiente pasamos a 250 con dos lesiones en un año y al final dos semanas después de lesionarme hice podio en mi primera prueba del Mundial, así que no iba nada mal pese a todo. El año pasado, ya por fin, no tuve ninguna lesión hasta la del codo. Y en este 2018 tuvimos suerte de no caernos mucho y no tener lesiones, lo más importante para evolucionar.

-Esta temporada arrasó. Pero prefiere seguir otro año en MX2, la segunda categoría del Mundial.

-Sí, MX2 es muy competitiva y los pilotos del top-5 siguen ahí, menos Pauls Jonass [el subcampeón], que salta de categoría. Así que MX2 va a ser muy complicada, y yo tengo que entrenar más fuerte todavía, con la mirada a pasar a 450cc [MX], pero centrados en evolucionar aún con la moto de 250cc. Cogimos un nivel bueno, pero aún puedo mejorar.

-Defiende el título, ¿se fija un objetivo de carreras ganadas?

-No, ganando el Mundial ya estaría bien, y luego hacer lo mejor en el mayor número de carreras y no cometer fallos, eso es clave de cara al futuro. Además, intentaré estar lo más cerca posible de Tony, que es mi referencia.

-¿En el 2020 se ve en MX?

-Si revalido el título de MX2 ya tengo que cambiar de categoría, no hay opción por las reglas.

-¿Pero lo considera prematuro?

-Está ahí en el límite, entre pronto y «estoy preparado». Si hago una buena temporada, no tengo lesiones y crezco en moto y nivel físico, puedo subir de categoría y andar bien.

-¿Tan distinta es la moto grande?

-De una moto de 250 a 450, la diferencia es la potencia, por las inercias. Tiene mucha más potencia la de 450, aunque la moto no sea mucho más pesada. En un circuito liso parecen solo detalles, pero luego el circuito se bachea y notas diferencias. Físicamente es mucho más complicado con la de 450.

-Después de tantos años en Bélgica, ¿qué significa Galicia?

-Venir me relaja y me permite no pensar solo en el motocrós, sino alejarme de él. En Lommel viven todos los equipos y al final estás en el mundo del motocrós. Después de tantos años allí, Bélgica es mi casa, tengo mi casa allí. Pero venir a Galicia me encanta, sobre todo a Lugo, porque tengo a mis amigos y a la familia.

-Hace poco decía que su físico le condiciona para competir con hombres. ¿Aún se ve un niño?

-Sí, sí. Total. Me siento un chaval de 17 años, no me siento de más edad. MX2 es hasta 23 años y me apaño bien; en la categoría reina son hombres de verdad, no chavales. Yo en el Motocrós de las Naciones compito con los mayores en dos mangas. En la parrilla miras a los laterales y ves a un tío que tiene un cuerpo... y una moto de 450. Te da más respeto, pero una vez en pista... Allí salí segundo, me puse primero, lideré 20 minutos la manga y no me lo creía. No sabía por qué no me adelantaban. Pero luego empiezas a pilotar y eres uno más, aunque ellos tengan más experiencia y, si dejas un hueco abierto, te meten la moto.

ALBERTO LÓPEZ

«Seguiré con el número 61, el 1 es para el mejor de todos»

Prado descarta lucir el dígito que identifica a los campeones porque por ahora manda en la segunda categoría

En la casa familiar de Ramil, en Lugo, Jorge Prado recibió el día de su tercer cumpleaños el regalo que le iba a marcar para siempre, una moto que ya no conserva y con la que ese mismo día empezó a familiarizarse en el jardín. Allí conserva todavía hoy una Clipic de trial, de 50 centímetros cúbicos y 8 cv, con la que ganó su primera competición. «Aún se puede andar con ella, funciona perfectamente», explica el padre del piloto, Jesús Prado, la figura clave en su increíble trayectoria desde aquel día que lo ayudaron a aguantarse en pie sobre la moto «porque era tan pequeñito que ni llegaba». La primera victoria llegó más adelante, en un motocrós en Madrid. «Me caí caí, pasé meta y me caí en ese momento, en la última manga», cuenta el ahora campeón del Mundo entre carcajadas.

-Hace unas semanas en el Motocrós de las Naciones compitió con los rivales de MX y fue tercero en esas dos mangas con rivales de la máxima categoría. ¿Le sirve de referencia?

-Al final solo es una carrera al año y apenas sirve de referencia, aunque estemos juntos los de 250 y 450. La diferencia es demasiado. Para estar al nivel del que ganó en 450 aún nos queda un camino bastante largo.

-¿Ha decidido ya su número para el 2018, el 61 actual o el 1?

-Seguiré con el 61, el 1 significa que eres el mejor de todos y el mejor siempre está en la máxima categoría. Entonces, yo no puedo llevar el 1. Vale, significa que eres el mejor en MX2 también, pero no me gusta... Llevaré el 61. Este año mi compañero, con el que peleé toda la temporada [Pauls Jonass], llevaba el 1. Así que cada vez que pienso en el 1... No me gusta la idea de ponerlo en mi moto.

-Hablando de Jonass. No ha sido muy efusivo en las felicitaciones. Seguro que tiene mejor rollo con otros pilotos.

-Al final es normal. Estás peleando por el título, los dos pilotos del mismo equipo... La situación es bastante complicada. Él, al no haber estado en la última competición, no me felicitó allí. Tampoco recibí muchas felicitaciones por su parte. Fue un campeonato bastante intenso toda la temporada.

-¿Hubo muchos piques?

-Fuera de pista no tuvimos ningún pique; dentro, lo normal.

-¿Se hacen amigos en la élite del motocrós o con los rivales es difícil tener esa relación?

-Si yo estoy primero, con el top-5 es bastante complicado hacer amigos, pero con el resto es más fácil. No por nada, sino porque al ser más rival, no vas a estar todo el día hablando. No sé cómo explicarlo. No es igual de fácil tener conexión con ellos. Yo tengo amigos dentro del top-5. Pero la amistad es un poco diferente porque no quieres dar muchas pistas. Aunque sí que se pueden hacer amigos, yo tengo muchos en el paddock.