El gallego Ramón Carreño tuvo que ser rescatado y reanimado tras desvanecerse a 35 metros de profundidad en el Campeonato del Mundo de apnea outdoor

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«Iba soñando con el azul del mar» recuerda mientras confiesa no recordar a los apneístas de seguridad que lo rescataron

04 oct 2018 . Actualizado a las 17:02 h.

Treinta y cinco metros. Esa es la distancia que el submarinista gallego Ramón Carreño (Boiro, 1986), con la ayuda del equipo de rescate, salvó tras desvanecerse en la profundidad del mar turco de Kas, donde se estaba celebrando hasta anteayer el Campeonato del Mundo de apnea outdoor.

Carreño, campeón de España y doble récord gallego de esta disciplina deportiva con 70 metros tanto en CWT como libre, había alcanzado con éxito la marca de 75 en su participación mundialista, pero en su regreso a la superficie sufrió un desvanecimiento cuando le quedaban 35 metros. El apneísta de seguridad logró situarse a su altura, pero ascendió de nuevo sin llevarse consigo al gallego, que tuvo que ser izado mecánicamente, mientras permanecía inconsciente en plena inmersión. Fue reanimado en la embarcación de la organización y evacuado a un hospital, donde pasó la noche para controlar la sangre que tenían sus pulmones debido al accidente. Ayer, hablaba con La Voz en un tono animado, ya completamente restablecido y celebrando su recuperación junto a sus compañeros de la selección española.

«Es impactante para los que no están familiarizados con este deporte, pero clínicamente no es una lesión grave. Es como si te diese una pájara. En dos o tres semanas ya podría estar compitiendo, pero el campeonato en el que quería participar es a finales de mes y prefiero entrenarme duro hasta el 2019. Además, tengo que trabajar», avanzaba el boirense, que es instructor de buceo en Dahab, en la península egipcia del Sinaí.

La gravedad del accidente

Aunque la mayoría de los especialistas consultados consideran frecuente los episodios de desvanecimientos en plena competición como el que sufrió Carreño, apuntan que suelen ocurrir alrededor de los quince metros de profundidad (o incluso en superficie) y no a los treinta y cinco. «Ramón es un buceador profesional y experimentado, que vive de este deporte. No es habitual. Pero ante un accidente así, hay que tener preparado un plan de actuación, nada más. Esperaremos el informe que llegue de Turquía», apunta Albert Tudela, responsable del departamento de apnea de la Federación Española de Actividades subacuáticas.

El protocolo indica que ante una situación de este tipo, los apneístas de seguridad (buceadores con scooter pero sin botellas de oxígeno) salen al encuentro del deportista accidentado a 20 y a 35 metros. Si la coordinación no es perfecta, el rescatador puede no estar en condiciones idóneas para ascender al competidor. Es entonces cuando actúa la elevación mecánica (todos los apneístas están sujetos a una guía y un cabo de seguridad) mediante contrapeso y poleas, o una máquina que tira de la cuerda del buceador.

La presión a 75 metros bajo el agua puede rondar las 9 atmósferas. «Ante cualquier contratiempo, puede que el nivel de oxígeno sea bajo e insuficiente para mantener la actividad exigida por el cuerpo», explica el propio Carreño. «Te desmayas, pero el corazón, los pulmones y el cerebro continúan funcionando. Si estuvieses en la calle, simplemente te caerías», describe.

Pero a Ramón Carreño hubieron de rescatarlo. En sus pulmones no entró agua, por efecto del laringoespasmo que cierra la glotis, pero la presión provocó cierta filtración de sangre en la cavidad pulmonar destinada al aire. Con todo, el gallego inició la ascensión inconsciente. «Lo último que recuerdo es haber arrancado la etiqueta del plato de los 75 metros. Yo, a los apneístas de seguridad, no los recuerdo», relata. Ramón siguió instintivamente aleteando y avanzando hacia la superficie. «Iba soñando con el azul del mar. Como cuando miras al sol directamente, cierras los ojos y sigues viéndolo a través de los párpados», dibuja. Hasta que llegó a la embarcación de la organización. «Entonces abrí un ojo, vi gente y ya dije: ‘Uy... me he desvanecido, y no estoy buceando’», detalla.

Era la primera vez que le sucedía algo similar al experimentado buceador gallego. «Me sorprendió, al igual que la profundidad a la que se produjo», asegura antes de analizar posibles causas y agravantes. «Había hecho entrenamientos fuertes en los días previos y estaba algo cansado. Además, yo suelo prepararme mi propia comida y esta vez me alimenté con el bufé del hotel, no había dormido excepcionalmente bien ya que me sentía ligeramente nervioso ante mi primer Mundial...», enumera.

El Campeonato del Mundo, que se iba a prolongar hasta el domingo, ha suspendido todas las pruebas desde ese mismo instante, tras la controversia generada por la actuación del equipo de rescate, sobre el que se cierne la sombra de la descoordinación. Ramón Carreño, al igual que las federaciones española y gallega, evitan valorar este punto hasta conocer el informe oficial. «No he visto vídeos ni imágenes, ni los quiero ver de momento. Es posible que hubiese un desajuste con el apneísta de seguridad al salir a mi encuentro, porque yo haya subido demasiado lento y quizás no pudo aguantar más y valoró el riesgo. Por otra parte, en reuniones celebradas mientras yo estaba hospitalizado se comentó que la velocidad del cabo que me izó era inaceptablemente lenta. Podría haberme provocado lesiones graves en los oídos, pero no lo juzgo sin más información», dice Carreño, aunque lo cierto es que el rescatador regresó sin él.

«Seguiré con mi vida normal. Esto solo ha sido un mal día», espeta.