La otra estela de Sabín Bilbao

Patri Campos / A.C.

DEPORTES

VÍTOR MEJUTO

María, hija del exlateral izquierdo del Deportivo, es medallista nacional de patinaje artístico

30 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En el verano de 1991 el Deportivo volvía a Primera División de la mano, entre otros, de un bravo lateral izquierdo vasco llegado dos años antes desde el Sestao. Aquel pequeño y querido futbolista, que respondía al nombre de Sabín Bilbao, haría historia meses después al marcar el primer gol blanquiazul en su regreso a Primera. En el siguiente ejercicio nació el Superdépor y el vizcaíno perdió protagonismo, lo que le llevó a buscar nuevas oportunidades en Granada. Habían pasado cuatro años desde su llegada a A Coruña y tenía claro que aquello era un hasta luego. Doce meses después regresaría a la capital herculina con su esposa Eva para asentarse, montar una panadería y formar una familia.

El mito futbolístico había colgado las botas. Llegaba el turno de Sabín, el panadero y el padre de familia. Y así, entre hornada y hornada, en 1999 nacería María, la niña que cambió el balón por los patines en la casa Bilbao. Una joven que a sus 18 años acaba de convertirse en medallista nacional.

Tanto Sabín como Eva son los pilares fundamentales de María. Ambos saben que «el patinaje es un deporte caro y no recibe ninguna ayuda para costearse los patines, las ruedas o el maillot», pero nunca, le cortaron las alas y la apoyaron en cada decisión que tomó.

A pesar de ir sobre patines, el fútbol lo lleva en la sangre y María disfruta con su padre de cada partido del Dépor, ya sea en Riazor o por la televisión. Además siendo Sabín jugador de los veteranos del equipo, «María echaba alguna pachanga pero nunca puso entusiasmo en ello», explica su padre. A este no le importaría que se hubiera dedicado a ello pero sabe que «el fútbol para una chica es complicado, aunque ahora tiene un poco más de porvenir».

María empezó en el mundo del patinaje con apenas 3 años debido a que en su colegio era una actividad obligatoria en Infantil. Al llegar a Primaria, decidió dejarlo de lado, pero al año siguiente volvió animada por su mejor amiga. Ella misma lo define como su «rutina de vida», es decir, sabe que su «día a día se basa en tantas horas para patinar, tantas horas para estudiar y tantas horas para su tiempo libre».

Sobre la pista, admite que es una patinadora muy competitiva y exigente. Cada semana se traslada a Carral para «machacar todo hasta que salga». Su padre le aconseja que «si no se sacrifica, no consigue nada, por eso tiene que entrenarse para lograr algo». Ese sacrificio hizo que, contra pronóstico, se colgara la medalla de bronce en el Campeonato de España de Patinaje Artístico en la modalidad Solo Danza. «Nadie contaba con ello, ni mi entrenadora, ni mis padres ni yo porque no estaba al cien por cien a causa de una lesión», explica María. Con anterioridad, ya había sido tetracampeona gallega.

Su vinculación con el deporte no se la proporcionan solo su padre o el patinaje. Sus estudios también están ligados a este mundo, ya que cursa el grado superior Tafad. La profesión ya la lleva dentro porque entrena a patinaje a niñas de entre 8 y 15 años. María quiere que «lleguen a donde está ella». En cada sesión, intenta que practiquen bien todos los pasos y tengan una buena colocación del cuerpo. A la hora de las competiciones, se muestra perseverante, tratando de que estén tranquilas y calmadas cuando los ejercicios no salen.

En un futuro no sabe si vivirá de su pasión por lo que va a continuar mejorando para permanecer entre los cinco primeros puestos de España. En cctubre, María Bilbao disputará el Open de Francia, donde se plantea quedar entre los diez primeros puestos, aunque «si llega al podio, sería una alegría».