Zidane y Laso, la normalidad

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

28 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ayer exhibieron sus éxitos por las calles de Madrid. Uno y otro heredaron edificios que no amenazaban ruina, pero sí mostraban unas cuantas grietas. El primero en llegar, en el 2011, fue Pablo Laso, un técnico carente de un pasado lustroso, con 61 internacionalidades como jugador gracias a su sabia comprensión del juego y a no empeñarse en lo imposible. Zidane llegó después, en enero del 2016, una inesperada solución de urgencia para un banquillo desgastado por el paso de Mou, Ancelotti o Benítez.

Laso puso fin a una sequía de cuatro campañas y desde entonces el Madrid ha estado presente en 20 finales y ha conquistado 14 títulos, entre ellos dos Euroligas, la última hace apenas una semana. Creen los más cercanos que se trata del triunfo del trabajo sencillo, de tratar a los jugadores más como personas que como súbditos, de lo que todos conocemos como normalidad. En el método Laso no aparecen complicadas teorías aprendidas en un curso acelerado de coaching o en impostados discursos imposibles de encajar con quien se deja guiar por la pasión. Cuando algún día se vaya será más fácil de recordar la idea que presidió su estancia en el Madrid que su palmarés, su herencia no va tener tanto que ver con el triunfo como con la forma, con la imposible renuncia al juego vibrante y divertido, algo que debería ser obligatorio cuando se está al frente de un proyecto tan poderoso.

Menos vistosa, aunque tan sencilla y honesta, es la propuesta de una Zidane cuyo palmarés -aquí, sí- irá siempre unido a su estancia en el Real Madrid. Tres Champions consecutivas, tres de tres. Alejado también de un discurso pretencioso, el francés ha cedido el protagonismo a los jugadores, los comprende y ellos le respetan.

Si en la conquista de la Euroliga de baloncesto en Belgrado es fácil de detectar la idea que ha presidido la estancia de Laso en el Madrid, más complicado resulta definir la identidad del equipo de Zidane, más allá -y no es poco- de la habilidad para detectar siempre el camino del triunfo. Quizá porque pese a las evidentes similitudes entre Laso y Zidane, a la normalidad y sencillez que preside sus decisiones, las diferencias las marcan Luka Doncic o Llull, en un caso. En el otro, Cristiano.