El entusiasmo, la ingenuidad y el talento

Jose Manuel Fernández

DEPORTES

PHIL NOBLE | REUTERS

27 may 2018 . Actualizado a las 00:29 h.

El Madrid también escribe con renglones torcidos. Gana casi siempre, pero nunca de la misma manera. Conquistó la cuarta Champions en cinco años, a su manera. En Lisboa apuró un remate en el tiempo añadido frente a un rival modélico en la defensa del balón parado, en Milán mantuvo la calma para decidir en los penaltis, ganó con contundencia y brillantez en Cardiff y, ayer, en Kiev, firmó un triunfo extraño, justo y esperado, pero atrabiliario por la forma. Incluso lució un héroe inesperado, Gareth Bale, el galés al que el club le ha enseñado la puerta de salida en los últimos meses y que cambió el rumbo del partido cuando el Liverpool se había sobrepuesto a una pifia de época.

A todo trapo. Sin tregua ni descanso. Así juega el Liverpool, por más que se trate de una final o que enfrente esté un equipo del poderío del Real Madrid. Son las reglas de Klopp y de un equipo cuyo lema se acerca a que el esfuerzo no se negocia, pero, eso sí, tan generoso como ingenuo a veces. Sabía el Liverpool que sus bazas pasaban por la presión alta y la velocidad, por apretar a un rival que no se siente cómodo cuanto tiene que defender. El pulso duró media hora, el tiempo que permaneció Salah en el campo y el que necesitó Navas para frenar las dos primeras acometidas. La lesión del egipcio fue el golpe anímico que cambió el plan de Klopp y que impulsó a un Madrid hasta entonces a merced del generoso esfuerzo de los reds.

Este Real Madrid carezca del brillo del que arrasó Europa la campaña pasada; tiene menos juego, pero conserva la pegada y, sobre todo, el instinto para tirarse al cuello de su rival cuando atisba alguna debilidad. Y ayer, el agujero negro de la final tiene un nombre: Karius, un guardameta que pasará a la historia de la Liga de Campeones como el portero que le robó la cartera Benzema y al que le dobló las manos Gareth Bale. Dos errores de bulto, muy graves, muchos esfuerzo, errores impropios de una cita de altura y talento, el que puso Bale. El galés iluminó la decimotercera Champions blanca. Por el momento.