Entre el cielo y la tierra, Nadal

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HEINO KALIS | REUTERS

El jugador más dominante de la historia sobre arcilla abre en Mónaco la gira que debe concluir con su undécima Copa de Mosqueteros en Roland Garros

18 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Novak Djokovic pasea estos días por Montecarlo en busca de no se sabe muy bien qué. En algún momento después de haberse casado, estrenado paternidad y alcanzado el número uno se sintió vacío y empezó a dar tumbos. Se entregó en los brazos de un gurú emocional llamado Pepe Imaz y empezó a remover el equipo que le había funcionado durante años. En mayo tomó la decisión más drástica, al separarse del eslovaco Marian Vajda, su entrenador de siempre. Y luego fueron desfilando despedidos: Boris Becker, Andre Agassi, Radek Stepanek... Hasta volver a Vajda. El serbio, engullido por una extraña espiral de desánimo, asoma en el horizonte de Rafa Nadal como posible rival en los cuartos de final de Montecarlo. El español representa todo lo que no es el serbio. Contenido, respetuoso, discreto en su vida privada y sus apariciones públicas. Y agradecido. Por eso se pasó toda la vida bajo el férreo mando de su tío Toni Nadal, del que no se separó hasta diciembre por deseo del técnico. Lo sustituyó un amigo de la familia, espejo y consejero desde hace lustros, Carlos Moyá. El resto sigue igual para el número uno mundial, a sus 31 años.

Encara desde hoy en Montecarlo (Movistar Deportes 2, 15.00) una nueva gira de tierra como indiscutible favorito. Y en cada pista que pise hasta Roland Garros perseguirá un imposible, lo nunca visto hasta entonces. Llega Nadal a Mónaco impulsado por la exhibición que dio en Valencia contra Alexander Zverev en cuartos de la Davis. Y afronta un debut cómodo para poner el cuerpo en marcha sobre su superficie favorita. Le espera el esloveno Aljaz Bedene, número 58 del ránking, su víctima hace ya un par de años en Montecarlo por un doble 6-3.

Nadal, que podría cruzarse con Djokovic en un terrible duelo de cuartos, con Grigor Dimitrov o David Goffin en semifinales y con Cilic o Zverev en una hipotética final, inicia la gira de tierra con menos preocupaciones que otros años. Roger Federer vuelve a evitar la superficie en la que menos resultados ha conseguido, y Andy Murray no reaparecerá de su última lesión hasta la temporada de hierba. Campo abierto para el jugador más fiable de toda la historia del tenis sobre arcilla. Montecarlo sirve de ejemplo, donde acumula 63 victorias y cuatro derrotas desde que debutó siendo un adolescente en el 2003. En todo el 2017 solo se dejó cuatro sets sobre arcilla en cinco torneos.

Una suite para el amo del Principado

Nadal está como en casa en Mónaco por varios motivos. Su jefe de prensa, el jerezano Benito Pérez Barbadillo, reside en el Principado, y conoce los mejores sitios para que el tenista desconecte. Enamorado del mar y de la pesca, el número uno del mundo encuentra en el entorno de Montecarlo un lugar ideal para sentirase como en Mallorca. Y el torneo, además, se juega en el Monte Carlo Coutry Club, el último escenario romántico entre las grandes plazas del tenis de élite. Un exquisito balcón frente a la costa Azul que tiene una atmósfera completamente diferente a la de los grandes estadios actuales.

En Mónaco adoran a Nadal, que jamás ha renuncia a esa parada del calendario, pese a tratarse de un torneo más pequeño que la mayoría de los Masters 1.000, alejado de lo mastodóntico que ahora se estila en el circuito. Quizá por eso con frecuencia le acompaña el príncipe Alberto de Mónaco. Como hizo ayer durante el estreno de una suite en el Monte-Carlo Bay Hotel & Resort que llevará el nombre del diez veces campeón del torneo.

Nadal descubrió su nombre en la suite número 1029 del lujoso complejo monegasco. Una habitación de 92 metros cuadrados, que mira al mar repleta de guiños a la trayectoria del tenista español. Casi un pequeño museo, con raquetas, zapatillas y fotos de los diez títulos que logró muy cerca de allí.