En los entrenamientos, fuera de los focos, cuando no tiene que demostrar nada al gran público, se siente «muy tranquilo» y «cómodo» con sus compañeros, menos cuando viene de jugar otro mal partido. Ahí, comienza de nuevo a darle vueltas a la cabeza. «Obviamente que hay algún día que estoy un poco mal de confianza, porque hasta en los entrenamientos se nota. Sabes que has sufrido. Quizá he jugado el día antes o dos días antes y aún estoy con la imagen del partido, que no me permite seguir adelante», desvela.
El centrocampista azulgrana va acumulado su frustración hasta que estalla, y, precisamente por eso, sus amigos son los primeros en hacerle ver que su problema habita en la cabeza. «Me dicen que voy con el freno de mano. Y lo que más cuesta es tener consciencia de todo», señala. Porque una de las cosas que más le duele es comprobar lo mucho que se espera de él. «Me molesta que me digan que puedo hacer muchas cosas buenas. Yo me pregunto a mí mismo: ¿Y por qué no las hago?»