La última charla táctica

J. M. Fernández A MI BOLA

DEPORTES

22 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacerse entrenador de fútbol se convirtió en una profesión de riesgo cuando alguien dio por bueno aquel axioma de que su papel consistía en intervenir lo menos posible. Tradicionalmente, el inquilino del banquillos es el responsable de estropear las virtudes de unos ídolos que, a la que te descuidas, pretenden cobrar al mes cantidades que un ciudadano normal sería incapaz de juntar en toda una vida laboral, algo cada vez menos complicado.

A menor intervención mayor respeto, salvo que se responda al nombre de Pep o Mou, gurús con licencia para pontificar y errar, salvo que sea el piernas de turno el que se equivoque. El último en acumular errores es Zidane, el brillante triunfador del 2017 al que, dicen, le ha abandonado la flor. Zizou es un Del Bosque moderno, un gestor de vestuario que se ganó el respeto en el campo de juego. Ahora triunfa el Txingurri Valverde, un técnico normal, el discípulo ideal del gran Jabo. El Txingurri no se altera ni cuando le preguntan por el deseo de Cristiano Ronaldo de ser el mejor pagado del mundo. «¡Qué cosas me dices!», respondió. Fin de la cuestión. ¿Se imagina alguien a Luis Enrique ante tal pregunta, si es que alguien se atrevía a hacérsela?

Valverde no ha comprendido que el entrenador moderno está para eso, para alimentar el entorno, generar debate y, de paso, servir de pimpampum cuando la afición mira hacia el palco. Y si no ahí está lo sucedido en Sevilla, donde un grupo de radicales -ahora parece que incluso algunos reivindican con orgullo el término ultra, del que separan a los ideológicamente opuestos- decidieron dar la definitiva charla táctica a unos jugadores que, por lo visto, habían bajado los brazos. Los futbolistas prestaron la atención que, seguro, nunca concedieron a Berizzo. Desde entonces, el Sevilla no ha dejado de ganar, prueba al parecer irrefutable de que el fútbol tiene más que ver con la fuerza y la vehemencia que con la razón. Y lo peor es que algunos clubes prestan más oído a este ruido que al sensato discurso de profesionales como el Txingurri Valverde: «Si hay alguna certeza en este deporte es que todos vamos a perder algún día». Sucede cada día.