Bienvenido a la vida real

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

08 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Sucedió hace unos días. La primera jornada laborable del nuevo año, Víctor Valdés, a quien todos señalan como el niño que no quería ser portero, canceló sus cuentas en las redes sociales, cerró el cordón umbilical que le unía con miles de admiradores-seguidores para convertirse, por fin, en un ciudadano anónimo. «Gracias por todo», fue el escueto mensaje que acompañó la imagen de un camino con el atardecer de fondo. Después, borró todos sus perfiles y desapareció de la red, algo que hace tiempo ya había anunciado: «Un día se apagará la luz y, cuando lo haga, espero que no me encuentren».

En realidad, esa no ha sido su primera despedida. El primer ensayo tuvo lugar en enero del 2013, cuando a los 31 años anuncio que no renovaría su contrato con el Barcelona. Catorce meses después, en un partido contra el Celta, se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Se fue a su manera, sin cámaras ni ruido, porque para Víctor Valdés, el fútbol empezaba en el vestuario y acababa bajo esa portería que, al parecer, tanto le mortificó, y que incluía un balón, la camiseta y los aficionados. Ni homenajes ni fotos. En total, 3 Champions League, 6 Ligas, 2 Copas del Rey, 2 Mundiales de Clubes, 2 Supercopas de Europa y 6 Supercopas de España. Ganó 5 trofeos Zamora, fue campeón del Mundo con España en Sudáfrica (2010) y conquistó la Eurocopa del 2012. Un palmarés envidiable para un niño que no quería ser portero.

Aseguran que le apasionaba interpretar al piano al compositor minimalista Erik Satie y que dejó de frecuentar la Monumental de Barcelona porque su afición por la tauromaquia no encajaba en el rigor catalanista de Laporta. Un portero de época, por más que el Camp Nou tardara en comprenderle. Rápido, con reflejos y muy seguro, incorporó a sus virtudes un excelente juego de pies. «Si volviera a nacer no sería portero, me hicieron creer que tenía talento, pero no es un camino fácil y no me ha compensado todos los años de sufrimiento». Como decía su íntimo amigo, Andrés Iniesta, «Víctor es como es». Un futbolista diferente, capaz de reconocer que la lesión supuso el reencuentro con la vida real, huir de la burbuja, «volver a tocar monedas, a saber lo que vale un viaje, pagar un café.... miles de situaciones en las que no eres consciente siendo futbolista». Bienvenido a la normalidad.