Pundonor Rubiales

José M. Fernández

DEPORTES

27 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Por más que nos empeñemos, el fútbol tiene cada vez menos que ver con el balón, el césped, los futbolistas o los hinchas. Ahora las diferencias se resuelven en los despachos. Anda el balompié patrio tan cambiado que no eres nadie si no te manejas con soltura en la jerga judicial, esa en la que se mezclan los sumarios, los dictámenes, las resoluciones, los autos, los anuncios de querellas y las suspensiones cautelares, sobre todo ahora que todo parece dispuesto para que el VAR aclare definitivamente si el balón entró o no, los fueras de juego o los codazos a destiempo.

Tan enfangado está el fútbol español que en estos momentos tiene «dos presidentes», así, entre comillas: uno suspendido por un año y embargado judicialmente y otro, al parecer, interino. Además, un tercero ha presentado una moción de censura para sentarse en un sillón que, a ciencia cierta, nadie sabe muy bien a quién le pertenece. Este último, Luis Rubiales, Rubi para su entorno, ha dejado la presidencia del sindicato de jugadores en plena efervescencia del descontento de los suyos, y en su último mandato. Rubiales desembarcó en la AFE en el 2010 y, aseguran, renovó un sindicato que entonces languidecía; pero el otrora tenaz lateral izquierdo -Pundonor Rubiales le llamaban en aquel Levante tantas veces inmerso en impagos, amaños y descensos -le ha cogido cariño al poder.

La AFE ha perdido transparencia, maneja un suculento presupuesto -procedente, en buena parte, de los derechos televisivos de la Liga- y, dicen, es una agencia de colocación con 17 pagas anuales. Así que Rubi -«yo puedo decir que tengo la conciencia tranquila», afirmaba en sus combativos tiempos del Levante, sin señalar a los que podían tenerla comprometida- ha sido capaz en menos de un año de ejercer de delfín de Villar -con el que intercambio insignias en su día-, imponer su lista de futbolistas a la asamblea de la federación, utilizar a la AFE para oponerse a otros candidatos -también afiliados, por cierto-, apoyar a Villar, convocar elecciones en pleno verano tras modificar a toda prisa los estatutos, traicionar a Villar y utilizar a la AFE, en la que ha dejado a uno de los suyos, para su auténtico propósito: presidir la Federación Española de Fútbol. En misa y repicando o al plato y a las tajadas, que diría un clásico. ¿Un juego o un negocio?