El ciclista que corona grafitis

DEPORTES

Mónica Irago

El arte del espray y la bicicleta definen por igual a Ángel Sánchez, profesional del W52-F.C. Porto

19 sep 2017 . Actualizado a las 17:04 h.

Acaba de completar su tercer año como profesional junto a su mentor, valedor y buen amigo Gustavo César Veloso en las filas del W52-F.C. Porto, el gigante del ciclimo portugués. Ganador en junio del 2016 de la Clásica Memorial Bruno Neves, su primer triunfo como profesional, Ángel Sánchez (Cambados, 1993) despide el 2017 habiendo engordado su palmarés con la victoria en la segunda etapa del Gran Premio Abimota. Con 24 años, y haciendo balance del camino andado, declara convencido que, con la dosis de suerte que «también hace falta en este mundo, sí, me veo corriendo en el futuro en un equipo UCI ProTour», la máxima categoría mundial. Un escenario que el arousano dibuja en su abarrotada cabeza, donde la idea de poder explotar todo su potencial como corredor de raza que es -su tío-abuelo Marcelino inició la saga familiar como primer gallego en correr la Vuelta a España - convive con las «mil historias» que se entremezclan buscando salir en chorro en el próximo reencuentro del corredor con el espray y una buena pared. Porque a la par del ciclista convive un grafitero que define por igual a Ángel.

«El grafiti es la chulería del arte». Entendiéndolo así, y visto que «a mí siempre me gustó dibujar», era una cuestión de tiempo que Sánchez acabase mirando para la pared. «Por eso me metí también en la bicicleta. Por chulería», nos cuenta. «Cuando empecé a competir con 11 años pensé que iba a ganar todo, porque venía de ganarles a todos los de mi pueblo». Pero resultó que «nunca lo pasé tan mal como ese primer año».

Esa lección primigenia, y los firmes valores que aprendió de su familia, en especial de su abuelo Modesto -ciclista y afamado mecánico, fabricante y director deportivo- explican en gran medida lo atípico del Ángel grafitero, completamente opuesto al estereotipo.

De «Triple» a «Dose»

«Con 15 años mi amigo Pablo Pintos y yo empezamos a informarnos por Internet. Quería salirme del folio, y había muchas cuentas en Tuenti de grafiteros. Empezamos a ir a Pontevedra y Vigo en tren, porque allí había muchos trabajos en la calle, y también por esprays, porque en ese momento no era fácil conseguirlos como hoy por Internet», recuerda.

En el puerto cambadés de Tragove, «en una casetilla que después se tiró, pinté mi primer grafiti, Triple en verde. Una firma que lo acompañó únicamente tres meses, hasta que la cambió por Dose, por razones personales que prefiere guardarse para sí. Y si Ángel ya optó por la información antes que la mera reacción callejera en su entrada en el mundo del grafiti, sus principios se oponen a la ilegalidad asociada al mismo. «Yo siempre fui respetuoso. Solo pinto en lugares abandonados, en mi casa, o en la casa de alguien que me lo pida. Nunca se me dio por andar escapando de la policía, pintando en trenes, ni nada de eso».

Y sin embargo, para el cambadés el grafiti no pierde ni un ápice de su chispa contestataria. «Para mí es como un reto personal. Como ciclista profesional llevo una vida ordenada, organizada; ir a entrenar, comer ensalada... El grafiti es como una forma de expresar mi rebeldía». De tensionar dos polos opuestos que juntos hacen de Ángel Sánchez lo que es. Lo que quiere ser.

Excantante y letrista de hip hop, que prefiere ganar en Alpe D’Huez a pintar con Belin

Decimos que Ángel Sánchez es un grafitero atípico. Por declinar la faceta alternativa del pinta y corre delante de la policía. O porque hasta a la hora de dejar su huella prefiere los espacios cerrados, más personales, a plasmar su obra a la vista de multitudes. Por convicción. Pero también, comenta, porque «tengo un mogollón de ideas, pero la bicicleta me quita mucho tiempo y energía. El problema es que soy muy perfeccionista, pero también vago, y para hacer algo, me lleva mucho tiempo. Hay un montón de gente, incluso alguna que no me conoce directamente, que me ofrece su casa para pintar, pagando. Pero prefiero no cobrar nada, y hacerlo cuando me da la vena, cuando siento que tengo que hacerlo».

¿Y qué necesita crear Ángel? «Me gustan mucho las caras, y los motivos realistas». Como los que se ven en la obra que firmó 5 años atrás con sus amigos Martín Favilla, Marcos Horro y Pablo en el patio del Instituto Asorey de Cambados, con la complicidad del centro, que incluso corrió con los 400 euros gastados en esprays. «Lo diseñamos entre dos. Yo pinté el rostro central, y ayudé con el resto», explica. Una obra que les llevó un verano, por días, y de las pocas de Sánchez que siguen en pie. Porque, y en esto no difiere del resto de los artistas del género, su trabajo suele resultar efímero sobre una pared.

Asociado a su entrada en el grafiti, el cambadés se adentró también en el hip hop. Hasta el punto de que «tuve un grupo, entre los 16 y los 18 años, y componía». Hip hop rama «chulería, del rollo ligoteo». Hoy se vería «obligado a hacer algo muy bueno» para volver a ello. Y no tiene tiempo. Porque la vida es cuestión de prioridades. Y a él, si le dan a escoger entre ganar en Alpe D’Huez o pintar con Belin, su grafitero de referencia, no lo duda: «¡Buah! Alpe D’Huez. Me gusta pintar solo».