Griezmann salva el estreno del Metropolitano

Javier Varela / Colpisa MADRID

DEPORTES

OSCAR DEL POZO | AFP

El Atlético se impone por un gol a cero al Málaga que sigue colista

17 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El Atlético presentó su nuevo estadio en sociedad. Una hermosa fiesta hasta que la pelota empezó a rodar por el imponente césped del Metropolitano. Faltaba cortar la cinta en las porterías, en forma de gol, pero las tijeras no aparecían. Los rojiblancos lo intentaban de todas las maneras, especialmente Correa. No encontraba el Atlético la manera de romper el entramado defensivo de Míchel.

Estuvo a punto de adelantar Borja Bastón al Málaga, pero un magnifico Oblak lo impidió. El paso por los vestuarios pareció sentar mejor a los anfitriones. Primero Koke y luego Saúl hicieron lucirse a Roberto. Hasta que Correa, el más persistente, se inventó una jugada por la banda y puso un balón al área para que Griezmann encontrara la forma de cortar la cinta de la portería y ya de paso se reconcilió con una afición a la que había traicionado durante el verano con flirteos con otra familia. Un gol para la historia y para romper una sequía goleadora del Atlético y del francés, que ya había provocado algunos nervios en casa. La fiesta siguió su curso con la entrada en escena de un Fernando Torres del que la afición esperaba que marcara en el estreno del nuevo estadio.

Con el alivio del primer gol, todos parecieron tomarse un respiro. Desde las gradas seguía sonando la banda sonora que tantas veces amenizó el Vicente Calderón y los mismos nervios que merodeaban por la vieja casa rojiblanca. El Atlético ganaba, pero en el ambiente se respiraba un cosquilleo conocido. La fiesta iba decayendo más por cansancio que por falta de ganas de divertirse. Un susto de Mula hizo que saltaran las alarmas, pero el pitido final llegó acompañado de la felicidad por ver que la celebración había salido a la perfección, que el Metropolitano había vivido su primera victoria y que Griezmann había recuperado parte del cariño perdido. Desde lejos, el Vicente Calderón sonreía por ver felices a sus familiares en su nueva casa.