Con la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, Bergmann emigró al Reino Unido. Fue convocada nuevamente por el equipo alemán después de que Estados Unidos amenazara con boicotear los Juegos Olímpicos si el conjunto germano no aceptaba judíos. Sin embargo, a último momento se le negó su participación. Temiendo por su vida, Bergmann dejó definitivamente su pueblo natal de Laupheim en 1937 y emigró a Estados Unidos. Allí se convirtió en campeona nacional en 1937 y 1938. En 1939 se casó con Bruno Lambert, un médico judío exiliado de Alemania y que murió en 2013 tras vivir con ella casi 75 años. «Nunca, nunca, nunca voy a olvidar lo que hicieron los nazis», señaló el año pasado la ex atleta. «Odié a Alemania, las personas e incluso el idioma por lo que me hicieron a mí y al pueblo judío», dijo.
Prometió no regresar nunca a Alemania, pero lo hizo en 1999 para recibir el premio Georg von Opel, que suele distinguir a atletas que no recibieron su justo reconocimiento. En el 2012 ingresó al «Salón de la Fama» de la Fundación Alemana para la ayuda al Deporte. Su historia fue llevada a la pantalla -HBO hizo un documental con la actuación de Natalie Portman- y su nombre figura desde el 2014 en una de las calles aledañas al Estadio Olímpico de Berlín, rebautizada como «Gretel Bergmann Weg». Además, su récord de 1,60 metros fue restituido por la Federación Alemana de Atletismo (DLV) en el 2009.