Un juego de apariencias

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

17 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Nada es lo que parece. Y en el fútbol, menos aún. Al parecer, por el momento, el fichaje más atrabiliario del verano ni siquiera es un fichaje. Responde al nombre de Vitolo, un futbolista con contrato en vigor con el Sevilla que abonó 36 millones para desligarse del equipo andaluz, con el objetivo de jugar cedido hasta enero en Las Palmas y, a partir de entonces, en el Atlético de Madrid, que, también al parecer, dicen que es la institución que le ha prestado la pasta a Vitolo. Y todo porque Cerezo y Gil no pueden inscribir jugadores, aunque, dicen, sí fichar. Pero el Atlético, en la exótica pirueta, lo oculta porque, al parecer, para ceder un jugador a otro equipo antes tiene que inscribirlo como propio, algo que la FIFA le ha prohibido hasta enero del 2018. En resumen, un galimatías, o una chapuza disfrazada de rigor. Se sabe, eso sí, que Vitolo es un futbolista: traidor en el Sánchez Pizjuán, querido en el estadio Insular y esperado en el Metropolitano Wanda que, como todo el mundo sabe, tampoco existe, aunque, como Vitolo, hay quien asegura que ya está.

Vitolo es un internacional ya asentado, un todoterreno ofensivo que ha forjado su valor en un Sevilla emergente, un futbolista que le ha dado al cuadro andaluz un indudable salto de calidad. Pero como el balompié tiene un mucho de postureo y un poco de realismo, al Sevilla le ha entrado un ataque de dignidad por ingresar 36 millones de euros, directamente proporcional al cabreo de Simeone cuando se enteró que al Atlético se le escapaba una de sus peticiones.

Así que el Atlético ficha a un futbolista que no puede jugar, todavía, en el equipo rojiblanco; el Sevilla ingresa 36 millones por un jugador que, dice, no quería vender; Vitolo se da golpes de pecho porque él no ha traicionado a nadie y el Las Palmas tendrá durante seis meses un internacional que nadie ha fichado.

De no ser porque la democracia enterró el derecho de retención hace años y el fair play financiero ha cercado los desmanes de los directivos de siempre, podríamos pensar que estamos ante otra epidemia de fútbol antiguo, de ese que añora los campos de barro, los presidentes de copa y puro o la irracional enemistad con el vecino. El mismo que apelaba al juego racial y a los campos de barro.