Rafael Arriaza: «A veces sueño con las operaciones»

DEPORTES

EDUARDO PEREZ

Brillante karateca, defiende los deportes de lucha: «Los amigos que haces en la lona son para siempre»

08 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque nació en Madrid, cada verano Rafael Arriaza (1960) disfrutaba en A Coruña. «Haciendo la cabra en el monte de Santa Margarita, cuando aún se podía subir a los árboles y al antiguo molino, y escalar por la cantera... y los partidos de fútbol de toda la tarde se paraban para la merienda de pan con chocolate y vaso de leche». A la ciudad volvió después para quedarse. Le gustaría escribir y tocar un instrumento. Y en otra vida quizá habría sido misionero. Apasionado del trabajo, resumir aquí las facetas en las que vuelca su vocación sería imposible: médico especialista en traumatología deportiva, profesor universitario, colaborador de equipos y federaciones... «Soy un médico, en el sentido humanista, que debe transmitir, consolar y enseñar. Pero me siento el último mohicano porque la medicina está cambiando: de ser una profesión liberal, a que las grandes corporaciones compren hospitales y asalarien médicos».

-¿Había médicos en su familia?

-Soy el primero. Mi padre no quería que yo fuera médico. Me puso dos condiciones para hacer la carrera, que estudiara una especialidad y que hablase inglés, porque tenía más futuro. Así que pasé la carrera como estudiante de intercambio en hospitales del Reino Unido. En un viaje a Escocia competí en los 200 metros de unos Highland Games.

-¿Y por qué traumatología?

-Por el deporte, yo le debo mi forja al deporte. Primero, a mi familia, y luego al deporte. En ese momento Medicina del Deporte no existía como especialidad y me decanté por trauma porque en kárate estábamos todo el día con golpes.

-¿Qué le dio el kárate?

-Las artes marciales tienen un punto distinto. Cuando te pones en un tatami frente a alguien, lo primero es vencerte a ti mismo, a tu miedo, y respetando al contrario. Mi forma de ver la vida bebe del kárate. También me encanta el boxeo, con una mala fama inmerecida por las apuestas y cosas que lo desprestigiaron. Pero es de una nobleza suprema. Los amigos que haces en la lona son para siempre. ¡Es difícil encontrar ese grado de amistad, y con alguien que te va a dar dos leches! (ríe).

-¿Cuál ha sido su operación más compleja?

-La complejidad de una cirugía se mide por la preparación, la ejecución, la recuperación posterior... Alguna se complica por el entorno del paciente, que no controlas. Me dejaron muy buen sabor de boca las de Manuel Pablo y Valerón. También la de Filipe Luis. Los tres las resolvieron con una fuerza de voluntad tremenda. Y Paula Medín, la jugadora de rugbi, se operó del cruzado y le tuve que hacer un recambio y teníamos seis meses para llegar al Mundial, que ella veía como su última oportunidad. Y luego fue al siguiente Mundial, a los Juegos...

-¿Pasa nervios en el quirófano?

-En general, no. Se trata de pilotar lo que vas a hacer. Yo planifico y pienso las cirugías y a veces hasta sueño con las operaciones, con las complejas, dos días antes. Y he tenido que operar a dos de mis hijos. Los médicos no debemos tratar a nuestros familiares, pero sí en determinadas circunstancias. Si estás convencido de que lo vas a resolver tan bien como el mejor, adelante...

-Algún paciente le habrá dicho algo curioso al entrar al quirófano.

-En general, como el torero: ‘dele palante, doctor’. Cuando me eligen, yo doy las gracias por confiar en mí. Y cuando opero a un deportista, ya pasa a ser nuestro, y luego estoy pendiente. ‘‘Bien, no le pasó nada, menos mal’’.

-¿Qué técnica le gustaría descubrir?

-Ya tengo publicada una técnica pionera. Pero me encantaría resolver las lesiones de cartílago para que se regenere bien. Y eso que los trauma hemos sido los primeros en utilizar cultivo celular en humanos para el cartílago. En Traumatología el progreso se hace en tiempo de guerra por las heridas y en tiempo de paz por las lesiones deportivas. Estar en ese mundo es la bomba.

-La relación entre el médico y el entrenador será difícil.

-La relación depende de que te vean como alguien que tira del carro o que mete palos en las ruedas. El entrenador es obsesivo, todo el día pensando en obtener un resultado. Si las tres partes se ayudan, es todo más fácil. Yo entiendo cuando uno teme quedarse sin un Europeo o Mundial por lesión, porque me pasó. Alguno te mira con un gesto de ‘‘por favor, que no sea’’. Y tienes que decirle ‘‘sí es, has tenido una lesión grave’’. Debes empatizar hasta el punto de que se te salten las lágrimas. Cuando alguien te ve así, es difícil que no comprenda que estás de su lado y sea todo más fácil.

-¿En el futuro haremos deporte a los 90 años o es demasiado?

-Mi suegro falleció con 83 años jugando tres partidos de tenis a la semana. Es deseable que lleguemos a los 90 haciendo deporte, por socializar o por estatus físico. El sedentarismo es uno de los males de nuestro tiempo.

-Y si se practican varios deportes, menos riesgo de lesionarse que si solo se hace uno.

-Sí. Lo llamamos riqueza motriz. Todos los deportes a un nivel son deformantes y hacer varios te protege.

Para Rafael Arriaza, no hay tortilla como la de su madre, betanceira: «Hace la mejor del mundo y tiene la casa siempre llena de hijos, nietos y postizos para degustarla, porque nunca se niega a preparar una para un hambriento».

-¿Un plan perfecto de sábado?

-Galicia y Coruña en esta época son de las zonas más bonitas del mundo para vivir. Me levantaría a las siete e iría con los trastos y tres amigos a un sitio donde el mar nos deje echarnos a pescar. Si hay pescado ya es la bomba, pero el objetivo es pasarlo bien y terminar con una cerveza al salir del agua, comer en casa y pasar la tarde con la familia antes de de ir al cine con mi mujer.

-¿Qué peli recomienda?

-Comanchería, aunque sea de adultos, dura.

-¿Un viaje?

-El paraíso está en San Blas, un archipiélago de 360 islas, una para cada día del año, en la región caribeña de Panamá. Tienen una especie de consejo de ancianos de la etnia kuna. Viven de la pesca de langosta, cangrejo... Pero los ancianos prohibieron bucear con botellas, porque eso no es natural. Pasamos unos días durmiendo en suelo de tierra, sin luz eléctrica, ni agua corriente. No hay ni mosquitos y vivir con la luz del sol, acostarte con un quinqué y comer lo que puedes... Es el mejor viaje familiar que hemos hecho.

-¿Un libro?

-Prefiero un autor. Quevedo. ¡Qué crac! ¡Alguien capaz de presentarse delante de la reina y decirle lo de ‘‘entre el clavel y la rosa, su majestad escoja’’, por ganar una apuesta!