El fútbol, en blanco y negro

José M. Fernández PUNTO Y COMA

DEPORTES

13 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El fútbol no admite grises. O blanco o negro, sin más alternativas. Al parecer, a Unai Emery le tocará llevar para siempre el estigma de una derrota incomprensible, de un tropiezo para la historia; en la misma medida que, aseguran, Luis Enrique exhibirá un triunfo heroico. De nada sirve pensar que Emery, un técnico que vive con una pasión tan encomiable como a veces desmedida su profesión, dirigiera el triunfo más importante en la historia del PSG, el nuevo rico que cree que el juego tiene un precio.

El 4-0 del Parque de los Príncipes -ese sí, sin condicionantes ni edulcorantes- fue una victoria única, un inesperado golpe encima de la mesa que quince días después -además de no admitir matices, el fútbol tampoco tiene memoria- pasó definitivamente al olvido.

¿De verdad resulta sensato responsabilizar a Unai Emery de que su equipo encajara tres goles en apenas siete minutos, tiempo en el que fue incapaz de dar más de tres pases?, ¿es atribuible al técnico vasco que el alemán Deniz Aytekin errara cuatro o cinco actuaciones, a la postre, decisivas?

En el fondo, el material con el que se construyen las grandes leyendas sobre el césped suele ser una mezcla incontrolable de errores, aciertos, pasión, fe..., así que tampoco una actuación tan cuestionable como la de Aytekin puede privar a los aficionados culés del derecho a disfrutar de una victoria única, del triunfo con el que se sueña al menos una vez en la vida. Y eso nada tiene que ver con la capacidad profesional de Unai Emery ni con la dudosa educación y mal carácter de Luis Enrique, ese entrenador que aprovecha cualquier ocasión para recordar que el mundo está en deuda con él, por más que en este caso le haya regalado un triunfo que, como la derrota de Unai, resulte improbable que alguien la pueda cocinar en una pizarra.

Nada que objetar a una jornada épica, a noventa y cinco minutos inolvidables, por más que tampoco se le pueda privar a Unai Emery de su derecho a quejarse por lo que algunos, en su desmedido afán por dividir al mundo en buenos y malos, califican de atraco. El 6-1 no es fruto de los errores del técnico vasco en la misma medida que tampoco lo es de los aciertos de Luis Enrique. Ni uno ha enterrado definitivamente sus posibilidades de dirigir a un grande ni otro es el nuevo Sacchi. Aunque nos empeñemos.