El hombre que quiso contar los Juegos desde el fondo de la piscina

Luís Pousa Rodríguez
LUÍS POUSA REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

GEORGE PLIMPTON

George Plimpton fue el pionero del llamado «periodismo participativo», que consiste exactamente en eso: en bajar a la cancha y enfundarse el pellejo de los jugadores.

19 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

George Plimpton (Nueva York, 1927-2003) fue uno de los grandes del periodismo norteamericano del siglo XX. Y lo fue porque huía de las salas de prensa. Lo suyo era estar a pie de campo. Fue el pionero del llamado «periodismo participativo», que consiste exactamente en eso: en bajar a la cancha y enfundarse el pellejo de los jugadores.

Así escribió los legendarios reportajes que el sello Contra ha reunido en El hombre que estuvo allí. Lo mejor de George Plimpton. Aquí está el genuino periodismo del yo. Son crónicas en primera persona de quien ha explorado los últimos rincones del juego para luego volver y contarlo. Así sucede con los relatos de su partido como quarterback de los Detroit Lions; de su pelea a tres asaltos con Archie Moore, campeón del mundo del peso semipesado; o de su tarde como portero de los Boston Bruins de hockey sobre hielo.

A Plimpton no le valía la perspectiva facilona de la tribuna de prensa. En los Juegos Olímpicos de 1984 pidió permiso para ser el buzo que está al fondo de la piscina de saltos, vigilante por si algún nadador necesita ayuda. Pero le negaron la autorización porque esa labor corresponde a una buceadora: con frecuencia los bañadores se descolocan con la zambullida y las nadadoras no quieren allí abajo a un mirón del género masculino. Como no pudo hacer de buzo, Plimpton se metió debajo de un graderío e hizo una crónica de qué clase de objetos perdían los espectadores.

También fue uno de los elegidos que asistió al combate entre George Foreman y Muhammad Ali en Zaire, el mítico Rumble in the Jungle. Plimpton cubrió la vacante del histórico cronista de boxeo de Sports Illustrated, Mark Kram, que padecía una incurable fobia a los aviones. Kram ya había sufrido la tortura de seguir a Ali por medio mundo y logró sentarse a su lado durante el viaje a Filipinas, donde se iba a cerrar la trilogía Ali-Frazier. «Después del combate se quedó en Filipinas. De hecho, se divorció y se casó con una joven filipina. Siempre me he preguntado si todo aquello ocurrió por no tener que volver a subirse a un avión», recuerda Plimpton, el hombre que quiso contar los Juegos desde el fondo de la piscina.