Crónica fascinante y rigurosa de una tragedia en la alta montaña

DEPORTES

La cima de la cordillera del Karakórum se cobró la vida de once personas en agosto del 2008, en solo 24 horas

12 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El K2 (8.611 metros de altura), segunda cima más alta del planeta Tierra tras el Everest (8.848), «uno de los trofeos más prestigiosos del alpinismo de alta montaña» y también uno de los más peligrosos junto con el Annapurna (8.091). Es la cima de la cordillera del Karakórum (es decir, roca negra, la sierra más joven del planeta y situada al norte de Pakistán) y se cobró la vida de once personas en agosto del 2008, en solo 24 horas. Entre ellas estaba el joven porteador paquistaní Karim Meherban, pérdida que movió a su amiga la profesora de Derecho y alpinista estadounidense Amanda Padoan a emprender el relato de aquella tragedia, tarea en la que la apoyó su primo el periodista Peter Zuckerman. Dos años de trabajo, siete viajes a Nepal, tres a Pakistán, más de doscientas personas entrevistadas, conversaciones en una decena de países distintos en pos de testimonios alrededor de las diferentes expediciones que en aquellos días atacaban la montaña, estudio de vídeos, fotografías y demás documentos dieron como fruto su libro K2. Enterrados en el cielo, que trajo al castellano el sello Capitán Swing. Una crónica que va más allá de los protagonistas europeos o americanos, estrellas del alpinismo, de egolatrías y rivalidades, que profundiza en el contexto, la historia, los aspectos sociales de la alta montaña, que indaga la vida de los grandes olvidados de este peculiar y despiadado universo: los serpas, los nativos y sus pueblos y comunidades, su pasado, su cultura.

El serpa nepalí Chhiring Dorje (miembro de la expedición internacional que lidera el estadounidense Michael Farris) la coronó sin usar botellas de oxígeno, algo solo al alcance de unos pocos privilegiados. Pero al iniciar el descenso pudo comprobar que las cuerdas fijas habían desaparecido arrancadas por los aludes. No era posible, por tanto, bajar recurriendo a la técnica del rápel. Armado únicamente de un piolet, para mayor drama, se topó en el llamado Cuello de botella (un mortífero paso a una altitud similar a la que vuela un Boeing 737) con un integrante de la expedición surcoreana Flying Jump, Pasang Lama, que había perdido su pico de mano ayudando a otros compañeros. Ante una posible acción de rescate insensata, lo habitual en estos casos es que cada montañero trate de salvarse por su cuenta ?impera la filosofía de la supervivencia autosuficiente?, pero Chhiring, budista, con mujer y dos hijos y un negocio próspero esperándole en casa, decidió auxiliarlo. Lo ató a su arnés con una cuerda de tres metros e iniciaron un descenso suicida. Chhiring clavaba el piolet en el hielo y hacía perforaciones con los crampones de sus botas (chuck, shink, chuck, shink, chuck, shink) para sujetar el peso de ambos hombres en la bajada, mientras escuchaba cómo el hielo se resquebrajaba. A la par, Pasang clavaba puños y crampones para disminuir la presión sobre la cuerda y poder avanzar así al mismo ritmo que Chhiring.

Y esto es solamente el inicio del relato, una crónica fascinante y rigurosa de una tragedia de alta montaña que en su emocionante narración atrapa con fuerza al lector. Un reportaje periodístico de alto octanaje que se disfruta como novela. Imprescindible.