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DEPORTES

Álvaro Ballesteros

El jugador ucraniano se confiesa encantado en Compostela, donde ha aprendido a paladear el pulpo y las zamburiñas

01 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La estadística oficial le da 218 centímetros. A él, cuando le preguntan, se quita uno y responde con una paciencia infinita, siempre detrás de una sonrisa. En Compostela ya es uno más, muy conocido. Cuando se acercó a la Alameda para hacer las fotos, intercambió más de un saludo con los viandantes. «Me preguntan más por la altura los peregrinos», explica, al tiempo que dobla la risa al comentar que tiene otra respuesta en español: «Cuidadito conmigo, que te reviento». Pero esa no sale del vestuario, que es de donde partió la recomendación para el caso de que algún día aparque el talante. No parece que vaya a ser el caso.

Artem Pustovyi se confiesa encantado en Compostela y en el equipo. Coincide con una época en la que en su país, Ucrania, viven tiempos de dificultad: «En la frontera con Rusia hay mucha tensión. En el resto, todo es normal. Pero los precios son muy caros y los salarios bajos».

Cumple su segundo año en la ciudad del Apóstol. En el primero le tiraba más la morriña, el estar lejos de la familia, los amigos y su novia. Ahora lo sobrelleva mejor, aunque todavía le cuesta manejarse con el idioma. «Sé decir muy pocas cosas», comenta. Entre esas pocas cosas están las palabras pulpo, zamburiñas y gambas. «Me encantan», explica. Y añade que, en general, «los mariscos están muy bien», volviendo ya al inglés.

Hoy en día vivir en un chasis de 218 centímetros no ofrece tantas dificultades como antaño. Especialmente con la indumentaria, porque «en Internet se encuentra de todo». Este verano, sin embargo, comprobó de primera mano que no es fácil vestirse en el comercio tradicional. Nada más concluir el Preeuropeo con su selección, le llamaron del club para comunicarle que tenía que representar al Obradoiro en la puesta de la largo de la Liga Endesa. «Debes llevar traje», le recodaron. Lo pasó mal: «Tuve que comprar uno. Lo encontré en la última tienda. Los pantalones me quedaban un poco cortos». No lo dudó. Con los zapatos sufre menos. Calza un 51,5, un 17 americano. Son 35 centímetros de pie.

En los hoteles no siempre encuentra camas de su tamaño. Lo único que pide, si es posible, es que no tengan ningún saliente a los pies, para poder estirarse sin problemas. 

Un estajanovista

Cuando aparece la palabra NBA en la conversación, el gigante ucraniano subraya que «todos los jugadores sueñan con poder llegar». Él también, si bien prefiere pensar más en el presente, en «trabajar duro y mejorar día a día». Por ese flanco no va a quedar, porque le echa las horas necesarias y más. A la conclusión de la pasada campaña, se quedó unos días más en Santiago para seguir entrenando. Apenas tuvo vacaciones, porque fue reclamado por su selección. En ese tiempo, mantuvo línea directa con Víctor Pérez, uno de los ayudantes de Moncho Fernández, con el que hace muchas sesiones específicas de mejora. «Es mi hermano y mi amigo, además de un gran entrenador», apunta.

Pustovyi disfruta de la ciudad, de la gastronomía y del baloncesto. Empezó con quince años. Con su estatura no había duda de que a la hora de elegir deporte la primera opción sería el de las canastas. Y antes de firmar por el Obradoiro en calidad de cedido, por tres temporadas, ya realizó estudios para ser entrenador. Eso sí, asegura que con Moncho Fernández las conversaciones siempre son de jugador a entrenador.

«Cuando se me escapa pienso ¡no, no, no! Encesto, busco el marcador, veo 0.1 y digo ¡uf!»

El domingo Pustovyi vivió uno de sus días más felices en el Obradoiro, ya que le tocó ser el protagonista de una victoria muy necesitada por el equipo, con una remontada increíble que él coronó a falta de una décima de segundo en Murcia. Así lo recuerda: «En el tiempo muerto Moncho y Mickey hablan de que el balón sea para mí. Entonces me digo que si confían en mí, puedo hacerlo. Cuando se me escapa, pienso ¡no, no, no! No había tiempo. Encesto, busco el marcador, veo 0.1 y digo, uf!

El gancho que le dio la victoria al equipo estaba precedido de cientos de ensayos en los entrenamientos. Es una de las acciones que más ejercita, tanto con la derecha como con la izquierda.

Pustovyi es uno de los jugadores del equipo que más horas extra hace. Tras cada sesión de grupo, suele quedarse un mínimo de un cuarto de hora con Víctor Pérez para perfeccionar detalles. Y, cada semana, como mínimo tiene un par de sesiones, una para mejorar sus condiciones físicas y la otra para el apartado técnico y táctico.

En su plan de trabajo también hay margen para el vídeo, para revisar sus partidos y sus intervenciones en cada uno de ellos, tanto en ataque como en defensa. 

Tapones y mates

Pustovyi tardó en arrancar esta temporada. Hasta que en la quinta jornada, frente al Valencia, dio un salto cualitativo. Desde entonces ha ido ganando protagonismo en el equipo, sobre todo en capacidad de intimidación. Es el jugador de la ACB que firma un mayor número de mates. Y lleva los mismos tapones que el madridista Randolph, trece, si bien en dos partidos más.