Desaparecido en combate

Carlos Melchor AL OTRO LADO

DEPORTES

29 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Decía Luís César hace solo unas semanas que para estar arriba había que poder facturar siete u ocho puntos al mes. El saldo conjunto de estos dos últimos meses se reduce a unos escuálidos ocho puntos. Gracias al colchón obtenido en el eléctrico arranque liguero, le está permitiendo al Lugo no diluirse en la zona baja de la clasificación. Pero la distancia en puntos cada vez se acorta más y el calor se empieza a notar nítidamente.

Siendo rigurosos, no podemos obviar que el 1 a 2 llegó en el mejor momento del Lugo, mientras aculaba al Tenerife en su área. No con ocasiones de gol claras, bien es cierto, pero la retahíla de corners sacados en esos 15 primeros minutos de la segunda parte dan buena cuenta de las intenciones rojiblancas. Y otra vez, el desastre. Se viene repitiendo con mucha frecuencia que cada vez que el Lugo encaja un golpe, queda noqueado, sin capacidad de reacción. En estos dos meses de pobres resultados, los rivales están teniendo que hacer muy poco para acabar sacando mucho. Y eso es un pecado capital en esta categoría.

Si a ese KO técnico colectivo se le añade que desde el banquillo se genera más caos que soluciones, el desenlace del partido contra el Tenerife fue el que fue: una desquiciante impotencia ante la inoperancia más absoluta. Para remontar, Luís César decidió retirar a un aceptable Pita y a Calavera, quizás el que más desequilibrio estaba creando con sus internadas en ese tramo del partido, para meter a Pino y Perea. El jaleo en el once era tal que Campillo se pasó un buen rato con los brazos abiertos tratando de entender cuál era el esquema que el míster pretendía plantear. No daba crédito. Tal vez un gesto simbólico de Luis Cesar al palco para demostrar con qué mimbres tenía que tratar de remontar. Nadie ve a Perea de extremo, más bien después de tres meses pocos saben cuál es su puesto. Pino y sus tres años de contrato después de venir del ostracismo más absoluto con 20 años y Sergio Gil, insignificante por el momento y por el cual se pagó un traspaso aquel infausto 31 de agosto, cosa nunca vista por estos lares.

Probablemente todo se reduce a un mensaje de calado con destino directo a la dirección deportiva del señor De Dios, que sigue desaparecido en combate sin dar señales de vida. Habrá que empezar a buscarlo dentro del túnel de vestuarios, como a su homólogo del club de baloncesto local.