Contra la fatiga, agresividad

Fernando Rey Tapias

DEPORTES

21 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Andy Murray logró ayer un doble sueño. Por un lado, ganó por primera vez la Copa de Maestros, en el O2 Arena de Londres, y además finalizará la temporada como número 1 del mundo. Reto conseguido en un escenario soñado y ante su principal rival en estos momentos, el hasta hace poco todopoderoso Novak Djokovic.

Tras la durísima semifinal del sábado ante Milos Raonic, estaba claro que, si el partido definitivo se alargaba, favorecería a un Djokovic mucho más fresco. Consciente de ello, el escocés planteó un partido agresivo, dominando con el saque y no dejando la iniciativa con el resto.

Rápido de movimientos, con un alto ritmo de golpeo, mentalmente impecable en su autocontrol y concentración y muy disciplinado en la táctica a seguir, Andy ofreció un partido excepcional justo cuando más lo necesitaba.

Imponiéndose en los peloteos de revés a revés, que provocaba una y otra vez, Murray desconcertaba a Djokovic con derechas anguladas para finalizar los puntos. Fue el jugador que todos sus seguidores querían ver, poniendo en la pista todo su repertorio de golpes, para dominar directamente, sin llegar a esperar el fallo del rival.

Djokovic, por su parte, pasó de sorprendido ante el fantástico nivel de su adversario a impotente para contrarrestar su dominio. Dos aparatosos fallos de smash y volea en puntos prácticamente ganados contribuyeron sin duda a bajar su ya depauperado ánimo. Solo al final del segundo set logró el serbio dominar en algunos puntos al escocés, salvando dos pelotas de partido antes del punto definitivo. Si el serbio estaba practicando el trabajo mental, que últimamente realiza con el español Pepe Imaz, la verdad es que ayer no le dio el resultado apetecido.

Por el contrario, y a diferencia del encuentro ante Raonic, en el que Murray se pasó todo el partido gesticulando y hablando a su banco, ayer Andy focalizó toda su energía en superar a su rival. El resultado, una victoria contundente, inapelable, que corona una extraordinaria temporada y le confirma con todo merecimiento como el actual número 1 del tenis mundial. Líder al final de año, el momento de mayor prestigio.