La Danza de las Espadas, receta para olvidar la competición

manu otero

DEPORTES

CAPOTILLO

El saltador olímpico Okutu participa desde hace años en el festival folclórico marinense de la fiesta de San Miguel

14 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El deporte es fuente inagotable de alegría, éxito e historias de superación, pero también lo puede ser de dolor, miedo y, sobre todo, presión. Meses y meses de trabajo diario que se ponen a prueba en competiciones de menos de un minuto. Es el todo o la nada. El éxito o el fracaso separado por milímetros o décimas de segundo. De ahí que todo deportista de élite necesita de vez en cuando apagar el interruptor de superhéroe para enfundarse el traje de, por ejemplo, bailarín.

Como cada día de San Miguel desde los últimos siete años, el saltador olímpico Jean Marie Okutu salió de casa vestido de blanco y armado con su espada de madera para dirigirse al Templo Nuevo de Marín para participar con sus amigos de la Asociación Meigas e Trasnos en la tradicional Danza de las Espadas. «Desde pequeño iba todos los domingos a ver la danza con mis amigos, un día me ofrecieron ir a bailar y así empecé, cuando tenía veinte años», resume con naturalidad el atleta marinense.

«Es el baile tradicional de cada San Miguel, somos un grupo de chicas y chicos de todas las edades que nos movemos a un paso acorde y hacemos figuras con las espadas y los lazos como el caracol o la espiral», relata Okutu sobre la dinámica de una danza que se ganó hace años el estatus de evento de interés turístico y que reúne cada año a centenares de espectadores en las calles de Marín para seguir los pasos de la procesión.

Desde que empezó como bailarín no se lo perdió ni una sola vez. «Me coincide siempre con el final de temporada, entonces tengo tiempo para participar», confiesa el atleta cuyos compromisos deportivos le impiden acudir con la asociación a bailar a otras ciudades. «Muchas veces salen a Portugal, pero yo no puedo ir por los entrenamientos o las competiciones», lamenta el marinense, que tiene en la danza de las espadas una de sus vías favoritas para desconectar de la alta competición.

No solo le atrae a Okutu el hecho de bailar ante su gente un día al año. Lo que más le llena son los ensayos previos en los que comparte su tiempo con sus vecinos y amigos de la infancia a los que no les puede dedicar tanto tiempo en otras épocas del año. «Empezamos a ensayar dos o tres semanas antes de la danza», explica.

Con siete años de experiencia en el baile más conocido de la provincia de Pontevedra, Okutu sigue todavía con la espada inicial, una barra de madera con un lazo azul celeste. Pero en su mente está seguir muchos años en la asociación y ser nombrado espada de plata o de oro. Un reconocimiento que solo los marinenses de corazón saben valorar y que sin duda le dará unos centímetros extra en sus próximas competiciones de salto de longitud.

El atleta, hijo de inmigrantes ghaneses y nacido en Benin, llegó a Marín a los seis años. Muy pronto se integró en la vida deportiva de la ciudad y el Barcelona se fijó en él. En su actual club maduró como atleta hasta llegar este año a los Juegos de Río.