Morir por la bola

Antón Bruquetas EN 100 METROS

DEPORTES

10 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo más chocante de que Garbiñe Muguruza perdiese contra Mónica Puig no fue la derrota en sí -desde que consiguió su primer Grand Slam en Roland Garros no le ha vencido a ninguna de las cincuenta mejores tenistas del planeta y la puertorriqueña es la número 31 en el ránking de la WTA-. Lo más impactante fue la forma en que se produjo. No por ser nueva para Garbiñe, pero sí por el escenario: unos Juegos Olímpicos. Firmó 43 errores -29 no forzados- en un partido terriblemente corto, que concluyó con un doble 6-1 a favor de su rival. A Muguruza le sobra talento. Eso nadie lo duda. Pero padece unas desconexiones cuanto menos desconcertantes. Cuando entra con buen pie en la pista, es capaz de moler a palos a cualquiera. Incluso a un mito como Serena Williams, una de las mejores tenistas de todos los tiempos y que en alguna ocasión ha deslizado que ve a la española como una digna sucesora. Pero cuando las cosas se le tuercen desde el inicio, todo desemboca en un abismo.

Antes de asombrar sobre la arcilla de París, estuvieron Doha e Indian Wells. En el primer torneo, se enfrentó a su entrenador Sam Sumyk; en el segundo, acabó llorando desconsoladamente tras perder en la segunda ronda. En aquella rebelión contra Sumyk, que ganó notoriedad porque las cámaras de televisión se encargaron de captarla, Garbiñe regaló un par de frases que ayudan a analizar sus constantes vaivenes. «Yo no, yo no me voy a morir por la bola», le espetó a su técnico.

Hay días que a sus piernas no les acompaña ni la cabeza ni el corazón. Ayer pareció uno de esos días. Y entonces Garbiñe, luminosa, desbordante, en sus instantes más espléndidos, se vuelve atronadoramente gris. Deambula de lado a lado con las únicas constantes vitales de algún drive meteórico. Es capaz de pasar de ir ganando 40-0 con su servicio a perder el saque. Nada semeja en su lugar.

Pero que esto sucediese en unos Juegos, en un evento con el que sueñan todos los deportistas, es estremecedor, difícil de digerir para cualquier espectador. Para ella será incluso más difícil de asimilar. Sin embargo, debería comenzar a entender que el deporte de élite se trata de morir por la bola.