Phelps conserva el apetito para pulverizar la historia

A.Bruquetas

DEPORTES

Patrick B. Kraemer | Efe

El tiburón de Baltimore aspira a ser el primer nadador en colgarse un oro una vez rebasados los treinta años

07 ago 2016 . Actualizado a las 18:33 h.

Cuando anunció al mundo que regresaba a la competición y que comenzaría a preparar los Juegos de Río, muy pocos creyeron que ese retorno fuese en serio. Las dudas incluso se agrandaron el día que a pocos metros de su casa los detuvieron por conducir borracho. No era la primera vez que Michael Phelps (Baltimore, Maryland, Estados Unidos, 1985) que tenía problemas con el alcohol. Y su círculo más cercano, incluido su padre, con el que mantenía una relación distante, lo animaron para que se internase en una clínica de rehabilitación. La federación de Estados Unidos de natación los suspendió por una conducta contraria a su código ético. Seis meses sin poder participar en pruebas de alto nivel. Para muchos, aquello era el final al emperador de la piscina, al deportista con más medallas olímpicas de la historia, al hombre que había logrado la proeza de los ocho oros en Pekin 2008. El mismo que aguantó hasta Londres, pese a que el corazón le pedía echarse a un lado. Tal y como ha reconocido en numerosas ocasiones, por su puesta a punto para la cita de la capital británica no se habría merecido ni una medalla. Fue algo caótico, sin rutina, sin espíritu de sacrificio y, pese a todo, su clase sobrenatural lo puso de nuevo en un podio.

Al salir de la clínica se dio un fuerte abrazo con su padre. Aquel trauma de no crecer junto a él ?sus padres se habían divorciado?, esa sensación de abandono ya se había disipado. Era alguien nuevo, alguien capaz de continuar escribiendo en la historia del deporte, de hacer lo que más le gustaba hacer: brillar dentro del agua y el cloro. Mantuvo una larga conversación con Bob Bowman, el entrenador que lo llevó hasta la cima, y dejó Baltimore por el desierto de Arizona. A Bowman lo convenció de que había recobrado la energía, que estaba preparado para volver a sentir el dolor, para dar brazadas sin apenas descanso. Bob necesitaba garantías de que lo volverían a intentar como en los viejos tiempos, con la determinación que hace falta para ser un campeón. Vio en la mirada de Phelps que iba en serio y se pusieron a trabajar.

El cronómetro no engañaba, Phelps estaba lento, pero aún lo suficiente cerca de los mejores como para que no fuese demasiado tarde. rAhora necesitaba más estiramientos, más reposo y una dieta más equilibrada para lograr un resultado peo. Ya se había adentrado en la treintena. Un universo difícil de explorar para un nadador y mucho más si se ha disfrutado de unas cotas de éxito tan altas como las que ha tenido Phelps. Dicen ?incluso él mismo se define así? quienes lo conocen que es muy testarudo, que cuando se le mete algo entre ceja y ceja no hay quien pueda desviarlo. En esta ocasión, se ha propuesto ser el primer nadador en colgarse un oro y rebasados los treinta. Otra proeza más para añadir a un currículo que más bien parece una enciclopedia, pero, sobre todo, un estímulo para levantarse cada mañana y zambullirse entre corcheras.

En los trails de Estados Unidos ?la competición doméstica que determina quiénes van a representar al país en los siguiente Juegos?, Phelps se aseguró tres pruebas individuales: el 100 y 200 mariposa y el 200 estilos. Además nadará un relevo ?con lo que tiene casi garantizada, al menos, esta medalla?.

Con el billete en el bolsillo, ya nadie pone en cuestión que en Río volverá a exhibir todas las cualidades que lo han convertido en el más grande de todos los tiempos: un nado subacuático casi perfecto y una facilidad sublime para aclimatar su cuerpo a los ritmos y movimientos específicos de cada estilo. De hecho, es en la mariposa, la más complejas de cuantas artes se ejecutan en una piscina, donde Phelps se agiganta. En cada vuelo devora metros y en cada respiración su silueta se va afilando hasta cortar la lámina de agua con la precisión quirúrgica de un rayo láser. El Tiburón de Baltimore está de vuelta y sus rivales son conscientes de que les toca sudar de lo lindo.