«No se arrepentirán»

Antón Bruquetas EN 100 METROS

DEPORTES

05 ago 2016 . Actualizado a las 19:14 h.

La imagen cumplirá el 2 de octubre siete años, pero, en realidad, da la impresión de que se haya consumido toda una vida. A la izquierda de la fotografía -desde el punto de vista del observador- se encuentra Luiz Inácio Lula Da Silva. En el rostro del político, una combinación insuperable de serenidad y emoción. En el centro de la escena, Carlos Nuzman, el presidente del comité organizador de Río 2016, y un poco más a la derecha, O Rei, Pelé. Los dos sostienen una bandera de Brasil, con su escudo reluciente en el medio. La vista se detiene en ese lema, que entonces no parecía tan arrugado: «Ordem y Progresso». Y en los ojos de Pelé se intuye que está a punto de romper a llorar.

Río hacía historia. Brasil, también. Se convertía en el primer país de Sudamérica designado para organizar unos Juegos Olímpicos. La emblemática ciudad del Cristo Redentor acababa de derrotar a Madrid en la votación que los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI) habían celebrado en el centro de convenciones Bella Center de Copenhague, donde las palabras de Jacques Rogge todavía flotaban en el aire, como suele ocurrir cuando los fonemas representan a esa clase de gestos que trascienden al momento, que se conservan en formol ajenos al paso del tiempo.

Minutos más tarde, Lula compareció ante los medios de comunicación. Apenas pudo contener las lágrimas. «No se arrepentirán», dijo. «Organizaremos los mejores Juegos que se hayan hecho jamás», sentenció. Un año después de la concesión del gigantesco evento, la economía brasileña creció por encima del 7%. Era la locomotora de los emergentes. Desde entonces hasta ahora, Lula ha pasado de presidente a imputado y Brasil se ha hundido en su mayor escándalo de corrupción: el caso Petrobras. La economía está estancada y los Juegos, tal y como reconoció el alcalde de Río, Eduardo Paes, son más un marrón que un escaparte para presumir delante del planeta. «Representan una oportunidad perdida», comentó hace pocos días.

Para ser honestos con Río y Brasil, después de siete años el mundo semeja un lugar menos agradable. Hoy pocos sitios generan ilusión. Y no sólo los brasileños estarían arrepentidos con su condición de anfitriones. Algo estaremos haciendo mal.