Una temporada compleja en la que recibió el Princesa de Asturias

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

15 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La temporada del asalto al oro olímpico, ese que todos daban por descontado en Pekín, no empezó como Javier Gómez Noya esperaba. Durante la concentración que realizó al comienzo del año en Sudáfrica para escapar del frío del invierno gallego emergió el primer sobresalto. No podía correr. Una lesión en el periostio del fémur -una membrana del hueso- le impidió debutar en competición cuando tenía previsto. A partir de ese momento renunció a defender el título de las Series Mundiales que había logrado unos meses antes en Chicago. No tenía sentido forzar. En el calendario de este año solo había una fecha y lugar marcados en rojo: Río de Janeiro, a mediados de agosto. «Lo vamos a llevar con calma, vamos a esperar lo que haga falta», comentaba por aquel entonces su entrenador, Carlos David Prieto.

En medio de esa preocupación apareció una alegría sobresaliente. Después de ser finalista en la última edición, Javier Gómez Noya fue galardonado con el premio Princesa de Asturias de los Deportes del 2015. El jurado presidido por Abel Antón destacó los enormes méritos de un hombre que ayudó a transformar un deporte anónimo en un fenómeno de moda. El reconocimiento lacraba un currículo impecable, sin una sola tacha.

Volvió a la acción en el Grand Prix de Francia, donde dejó la idea de que ya había recuperado el terreno perdido por aquella molestias de Sudáfrica. Ganó el Europeo en Lisboa y se lanzó a perseguir a los Brownlee en Leeds, donde hizo el mejor parcial a pie. Una fiebre lo apartó de Estocolmo y la espalda de Hamburgo. Y todo se torció.