Gómez Noya, «varios meses» de baja para curar la lesión que lo aparta de los Juegos

A. Bruquetas / M. De Dios REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

ANGEL MANSO

El gallego se cayó el miércoles cuando entrenaba en bicicleta y se partió la cabeza del radio

15 jul 2016 . Actualizado a las 15:53 h.

Había completado una gran sesión de entrenamiento por la mañana y el miércoles por la tarde, acompañado de su entrenador, Carlos David Prieto, decidió completar el día con más kilómetros encima de la bicicleta. Cuando estaba a punto de llegar al piso que tiene alquilado en Lugo, su cuartel de concentración para los Juegos Olímpicos de Río, Javier Gómez Noya se fue al suelo. Iba muy despacio. A apenas 15 kilómetros por hora, prácticamente parado. Pero sintió un fuerte dolor en el codo del brazo izquierdo. Las molestias no remitían. Entonces avisaron a la traumatóloga y triatleta aficionada Luisa Ibáñez, que vive en la ciudad de la muralla y que conoce a Javier y Carlos David desde hace años. Enseguida se marcharon hacia el Policlínico Lucense (Polusa) para realizar las pruebas médicas pertinentes. La radiografía no daba lugar a la interpretación. Fractura desplazada de la cabeza del radio. Debía pasar por el quirófano y su sueño, el de toda Galicia, de tocar el oro olímpico se emborronaba para siempre.

El jueves por la mañana, a través de un comunicado, Gómez Noya hacía pública su lesión y su renuncia a competir en los Juegos. Los plazos de recuperación, el riesgo de forzar una zona en la que podría perder movilidad en el giro de la mano y la exigencia de que su único objetivo se encontraba en el número uno convirtieron en inviable su presencia en Brasil. «Siendo realista, no hay tiempo material para recuperarme totalmente y poder afrontar la competición en buenas condiciones, por lo que lo más sensato es ceder mi plaza a alguien que lo pueda hacer mejor. Es probablemente el momento más difícil de toda mi carrera», aseguraba el pentacampeón del mundo, quien, de todos modos, destacaba que no iba a hacer un drama de este momento: «Lo siento mucho por todos los que me apoyáis y animáis día a día pero, igual que muchas veces he saboreado la cara más dulce del deporte, ahora me toca lidiar con la más amarga».

Por la tarde, arropado por su círculo de confianza, Gómez Noya entró de nuevo en el policlínico para someterse a la operación. Quizás lo más complicado de restañar no vaya a ser el hueso al que le colocaron dos tornillos, sino la moral de un hombre que se había volcado como nunca en una competición especial: era la única de renombre que jamás había ganado.

Para ello, incluso recuperó a su ídolo de adolescencia y amigo. Con Iván Raña compartió sus últimas sesiones de entrenamiento antes de tocar el asfalto. Se machacaron a golpe de pedal. Las sensaciones parecían inmejorables. El motor del pentacampeón asustaba al cronómetro. El horizonte hacia el podio de Río lucía despejado. Después vino el fatal desenlace y el despertarse tras pasar por las manos de Luisa Ibáñez, la misma doctora que había operado, entre otros deportistas, a la triatleta Aída Valiño cuando la arrolló una furgoneta.

Las caras de Carlos David Prieto y de José Antonio Bodoque, el fisioterapeuta de confianza de Gómez Noya, no podían disfrazar la preocupación. «La articulación ha quedado bien, se la han sujetado con dos tornillos. Todo ha ido bien, pero ahora hay que esperar a que Javi se recupere y se cumplan los plazos de recuperación previstos, porque es una lesión complicada y hay que ir despacio», confirmó Bodoque, quien también destacó que necesitará «varios meses» de baja para curarse de la lesión que le ha arrebatado la opción de la medalla de oro en un circuito que le iba como un guante. Ahora su única preocupación ya es descansar.