Calma tensa en Saint Denis

Colpisa

DEPORTES

GONZALO FUENTES / Reuters

El protocolo de seguridad obligó a desalojar la zona de prensa durante unos minutos

10 jun 2016 . Actualizado a las 18:32 h.

Sucedió también durante el pasado Mundial de Brasil e incluso en la ya lejana Eurocopa de Portugal 2004, pero no por ello dejó de generar cierta inquietud el desalojo de las salas y tribunas de prensa del «Stade de France» de Saint-Denis, aproximadamente cinco horas y media antes del inicio del partido inaugural de la Eurocopa 2016 que enfrentaba a los anfitriones con Rumanía. Y tampoco resulta muy tranquilizador que el ulular de las sirenas y el sonido de los helicópteros que sobrevuelan el cielo francés vayan camino de convertirse en la música de fondo de la Eurocopa. Nada nuevo tampoco.

Según fuentes de la organización, el desalojo temporal de las áreas de trabajo de los periodistas no se produjo por ninguna amenaza de atentado en concreto, sino que obedeció a un protocolo rutinario de seguridad que obligó a rastrear todas las zonas del estadio con perros detectores de explosivos. Comprobado que todo estaba en orden, los informadores pudieron volver a desarrollar sus cometidos sin más sobresaltos.

La tensión es latente en Francia, y sobre todo en París, desde los atentados yihadistas que el pasado 13 de noviembre sembraron de terror y muerte la capital gala. El enorme dispositivo de seguridad para la Eurocopa, incrementado desde entonces y que en parte ya ha «arruinado» el campeonato, según ha reconocido el presidente de su comité organizador, Jacques Lambert, incluye a más de 90.000 agentes y ha elevado el presupuesto hasta 24 millones de euros.

Los aficionados que acudieron a presenciar el partido que abrió el gran torneo continental fueron alertados para que acudieran con al menos tres horas de antelación. Debían de pasar dos controles de seguridad en el perímetro del estadio y los prolocolos serían lentos. Ya a primera hora de la tarde, la situación era de calma tensa. En el vagón de la línea 13 de metro en el que nos desplazábamos desde el corazón de la capital, no pasaba desapercibida la presencia de dos 'armarios' de la 'RATP Surete', agentes fuertemente armados que vigilan el transporte público y tienen implantación en 14 países de cuatro continentes.

Nada más salir de la boca del metro, todavía a más de 500 metros del estadio, vallas, controles y decenas de furgones policiales. Al menos para los periodistas, los accesos al recinto fueron más fáciles y rápidos que hace dos años al estadio Maracaná de Río de Janeiro. Obligación de pasar por los arcos detectores de metales, como en cualquier otro gran acontecimiento de masas o sucede en todos los aeropuertos del mundo. Justo delante del acceso a la tribunal principal, miembros de la policía local de París, de la Gendarmería Nacional y del Ejército, acompañados por los respectivos perros especializados, ultimaban los detalles del dispositivo.

La información sobre el desalojo temporal se facilitó de forma tranquila. Una joven voluntaria nos avisó, casi como un susurro, de que había que dejar un momento los pupitres de prensa para que los animales pudieran rastrear toda la zona. Sin prisas, sin urgencia. Incluso hubo tiempo para poder cerrar una crónica y recoger el ordenador portátil. Aproximadamente cinco minutos después, empero, otro operario de la UEFA insistió en que se abandonasen las gradas.

Miembros de las fuerzas de seguridad y los perros rastrearon también los banquillos, los vestuarios, el palco y el terreno de juego. A medida que se acercaba la ceremonia inaugural, la aglomeración de gente crecía en los alrededores del estadio de Saint-Denis, situado en la perifería norte de París. Un barrio de contrastes donde se levantó este gran recinto deportivo para el Mundial de 1998 y destaca la preciosa basílica gótica en la que reposan los restos de la mayoría de los los reyes de Francia. En este antiguo suburbio industrial, transformado en zona residencial, habita buena parte de la inmigración musulmana proveniente de las antiguas colonias francesas. Y allí se escondían dos de los yihadistas que causaron una matanza finales de año.