Las quinientas millas más longevas

a. bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

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© Jason Reed / Reuters

La legendaria carrera que se celebra en Indianápolis alcanza este fin de semana los cien años

27 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay algunas cosas que solo un estadounidense puede descifrar en un vistazo. El béisbol es la más recurrente, pero las Indy Car Series también se encuentran en ese selecto grupo de elementos diseñados para las costuras de las barras y las estrellas. En Europa difícilmente se le encontraría la gracia a dar vueltas a un circuito sin trucos durante horas. Y menos acabar completando 500 millas, la más prestigiosa de todas las carreras incluidas en el calendario de esta competición automovilística. En el viejo continente priman las manos, el manejo excelso del volante. Ese tipo de conducción que se ve en circuitos enrevesados como el de Mónaco, donde la potencia del monoplaza es tan trascendente como el comportamiento del chasis, del paso por curva. Pero en América del Norte gusta todo a lo grande. Y especialmente que ruja el motor. El arte de encauzar coches de 700 caballos de potencia, a más de 300 kilómetros por hora, en los peraltes suaves del óvalo (nueve grados y 12 minutos). Manejar el desgaste de los neumáticos, encontrar la trazada más eficiente, ese el oficio de la treintena de pilotos que saltarán a escena el sábado (Canal+ Deportes2, 18.19 horas) en la edición más especial: el centenario.

Más de 370.000 personas disfrutarán de la cita en directo, en el imponente Indianápolis Motor Speedway, que fue construido en 1909 y cuya superficie supera los dos millones de metros cuadrados. Dentro de su recinto cabe el Vaticano y se puede disfrutar de una agradable partida de golf en el campo que queda en el margen interior de la pista. Una de las imágenes más conocida del trazado es la de la torre de control, la famosa Pagoda, que dispone de más de un millar de puestos para los periodistas que se congregan para cubrir un evento con un alcance global de 300 millones de espectadores repartidos por todo el planeta.

La primera edición de las 500 millas se disputó en 1911 y reunió a cerca de cien mil personas. Después, la carrera sólo se vio interrumpida por el desarrollo de las dos guerras mundiales. Y ahora alcanza una cifra que la convierte en leyenda. Tres hombres comparten el privilegio de ser los que más ediciones se han llevado de esta cita en la que no falta el atiborre de perritos calientes y bebidas refrescantes que acompaña a cualquier encuentro que se precie en Estados Unidos. A. J. Foyt, Al Unser y Rock Mears han conquistado cuatro veces el trofeo Borg Warner, fabricado por Robert J. Hill en la joyería Spaulding-Gorham de Chicago en plata de ley, mide 165 centímetros y su peso ronda los 50 kilos. En 1936 cuando se realizó el encargo, costó 10.000 dólares, pero su precio en estos momentos se calcula que supera el millón de dólares. De todos modos, los ganadores se llevan una réplica en tamaño reducido cuyo precio nada tiene que ver con el del original.

El brasileño Helio Castroneves, que todavía se encuentra en activo, ha brindado con leche, una de las tradiciones que identifican a las 500 millas de Indianápolis, hasta en tres ocasiones, por lo que es quien más sencillo tiene acercarse a la historia de esta carrera de desgaste en la que se dan 200 vueltas a un recorrido de algo más de cuatro kilómetros -dentro del trazado original se han edificado variantes que ha servido para acoger a otro tipo de campeonatos del automovilismo como la Fórmula 1 o el campeonato del mundo de motociclismo-.

Sólo habrá un español en la parrilla de salida. Oriol Serviá es un viejo conocido de la Indy y partirá el sábado desde la décima posición de la parrilla de salida. La pole ha sido para su compañero James Hinchcliffe.

Juan Pablo Montoya, entre los favoritos para la victoria final

La carrera del colombiano Juan Pablo Montoya eclosionó en la Fórmula 1 bajo las siglas del equipo Williams. El motor BMW convirtió a Montoya en uno de los pilotos más rápidos de la parrilla. Él correspondía al propulsor con el arrojo en cada giro, en cada ocasión que se le presentaba para adelantar. Aquel binomio funcionaba a la perfección. Luego lo intentó con McLaren, pero las sensaciones no fueron tan positivas. Terminó cuarto en el 2005 cuando su equipo aspiraba a ganar y en el 2006 acabó de diluirse. De pronto, sin que nadie se lo esperase, dio el salto al otro lado del charco y comenzó a correr en la Nascar, una competición de prototipos de turismos que se disputa en circuitos ovalados. No parecía el lugar más apropiado para las características de un hombre con la fama de tener unos guantes de oro. Pero finalmente acabó disputando ocho temporadas en las que hubo más sombras que brillo.

En el 2013 firma su contrato por la Indy y la temporada consiguió ganar en las 500 millas de Indianápolis. En ese circuito tiene el récord de haber participado en un mayor número de competiciones distintas: desde la Fórmula 1, la Nascar hasta la Indy. Sin duda, como vigente campeón suena en la nómina de los favoritos al triunfo final de una carrera en la que algún día se podrá tropezar con el español Fernando Alonso, quien ya manifestó al comienzo de esta temporada que le gustaría probar nuevas experiencias antes de retirarse del asfalto.

Uno de los oponentes que tendrá Juan Pablo Montoya este fin de semana, además del brasileño Castroneves, es el actual líder de las Indy Car Series, el piloto francés Simon Pagenaud que hace quince días demostró su dominio al ganar en la Angie?s List Grand Prix de Indianápolis, la quinta prueba de la temporada. Pagenaud, del equipo Penske, pilota un monoplaza con motor Chevrolet, uno de los dos suministradores, junto a Honda, de los propulsores de la competición. El triunfo fue el tercero consecutivo que conseguía Pagenaud en lo que va de la temporada de 2016.

James Hinchcliffe también figura entre los candidatos a ocupar el primer peldaño del podio al terminar las 500 millas, una tarea que les llevará más de tres horas eternas.