Tanto se podría hablar de Johan Cruyff en el aspecto humano como en el futbolístico... Cuando una persona fallece recibe los elogios y los homenajes de las personas que le aprecian. En mi caso, el aprecio que le tuve fue casi de hermano.
Futbolísticamente, Cruyff era un jugador hábil en el campo, rápido, con un cambio de ritmo como ningún otro... era increíble. Yo creo que él veía el fútbol mucho antes que los demás. Nos tenía a todos en la palma de la mano. Porque además era un amigo y muy compañero sobre el terreno de juego.
Quiero destacar también que era muy valiente, tanto en lo futbolístico como en lo personal. Se adaptó perfectamente a la vida catalana y española, nos abrió los ojos. Venía de otra cultura y su modo de pensar con respecto a los derechos y obligaciones de los jugadores era algo que aquí no había. Pero sobre todo, la valentía de ir siempre de cara. No solo en el momento de hablar con los dirigentes y pelear por lo nuestro, sino también en el campo, intentando inculcar el modo de jugar sin miedo a perder.
Yo lo conocí en la temporada 1973-1974, cuando fichó por el Barcelona y yo ya estaba jugando en ese equipo. No pudo incorporarse antes y llegó al vestuario alrededor del mes de noviembre, con la temporada ya empezada. Íbamos a jugar contra el Granada, y ese debería ser el partido de su debut. Pero vino tan solo dos días antes, se puso a entrenar con nosotros y después acabó marcando dos goles.
Pero sobre todo, de aquel primer día recuerdo su carácter afable. Era muy majo ya entonces. No sabía ni una palabra de catalán ni de español, pero enseguida se puso a hablar con todos nosotros. Así era él.
Quique Costas es gallego y fue compañero de Cruyff en el Barcelona