Lourdes vigila de cerca al zika

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS FERROL / LA VOZ

DEPORTES

La pontevedresa, que juega en Río, se aplica repelente para alejar el virus

16 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lourdes Domínguez no teme al virus zika. La tenista pontevedresa atiende las precauciones que marcan las autoridades sanitarias y compite esta semana en el torneo de Río de Janeiro. «No tengo miedo, pero sí he venido con más respeto de lo normal por todo lo que se escucha». A menos de seis meses para el inicio de los Juegos Olímpicos, surge la duda sobre la posible expansión de la enfermedad, cuando coincidan deportistas de más de 200 países en la ciudad. El virus que transmiten los mosquitos puede producir microcefalia en los fetos de las mujeres embarazadas contagiadas, el principal problema de una alerta sanitaria concentrada en la parte tropical americana y que llevó al Comité Olímpico de Estados Unidos a dar libertad a las deportistas sobre su presencia en Brasil en agosto.

Domínguez se aplica el repelente adecuado y sigue las instrucciones sanitarias. «Me lo pongo dos o tres veces al día para prevenir. Pero siempre he tenido suerte con los mosquitos, casi nunca me han picado, así que espero que ahora tampoco lo hagan», explica desde Río, adonde llegó el viernes y donde debuta ante la segunda favorita, la sueca Johanna Larsson.

La pontevedresa recibió las primeras indicaciones ya hace dos semanas durante la concentración con el equipo nacional de la Fed Cup en Serbia: «El médico de la Federación Española, Javier Cerrato, nos iba informando de todo lo que estaba pasando y como podíamos prevenir el virus». Además, las inscritas en el Río Open recibieron unas pautas por parte del circuito femenino. «La WTA nos envió correos electrónicos con información», explica al tiempo que confirma que no se planteó renunciar al viaje a Brasil en ningún momento. «Aunque es cierto que todas vamos con cuidado y buscamos nuestras formas de prevención», explica Domínguez.

Fumigación diaria en el club

En un conciso escrito de medio folio, la WTA indica que toma medidas sobre el virus. Examina a diario la sede del torneo, el Jockey Club Brasileiro, para comprobar que no tiene zonas de agua estancada y minimizar el riesgo de la reproducción de mosquitos y el contacto con ellos. El circuito femenino explica a las jugadoras que dispone de un equipo de especialistas que a diario fumigan con tanques de veneno para prevenir brotes y exterminar a los mosquitos vivos. También brinda a las jugadoras repelentes de mosquitos en los vestuarios y en la sala de jugadores. Esta zona apartada, donde los tenistas pasan horas antes y después de los partidos, se encuentra completamente cerrada.

La WTA trasladó a las jugadoras que las precauciones incluyen los hoteles oficiales del torneo, con las ventanas bloqueadas en todo momento y el aire acondicionado en funcionamiento. Medidas enmarcadas siempre en las recomendaciones de la OMS.

«Que yo sepa, no hay ninguna jugadora contagiada. Esperemos que siga siendo así», explica Domínguez, que a los 34 años afronta con tranquilidad la situación gracias a su experiencia de casi dos décadas como profesional.

Escoltada en Líbano

En el 2008 jugó la final del torneo de Beirut mientras arreciaba un conflicto bélico en el que participaban las milicias de Hezbolá. Y terminó saliendo del país por carretera rumbo a Jordania en un convoy escoltado por la Guardia Civil. En el 2011 alcanzó los cuartos en Acapulco después de que los responsables de los circuitos advirtiesen de la peligrosidad de competir en la ciudad por la ola de secuestros y robos en la zona. «Esas fueron las dos situaciones más delicadas que viví. Fueron momentos de mucha tensión, en los que ves de cerca el peligro, pero por suerte no llegó a pasar nada», recuerda la tenista, que figuró en su mejor momento como la número 40 del ránking.

Respeto en el extranjero

Dos de sus títulos profesionales los consiguió en Bogotá, una de las capitales más peligrosas del planeta y que visita todos los años. «Alguna vez vives situaciones más difíciles, pero hay que acostumbrarse a ir con cuidado y respeto por el mundo. Tenemos que disfrutar de los lugares a los que viajamos, pero sin perder el respeto. De esa forma evitas que se produzcan situaciones complicadas que a nadie le gusta vivir», explica con aplomo.