Diego Vallejo: «Hay días en que te ves enterrado hasta la cintura y a más de cuarenta grados»

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

«Cuando acabas el Dakar, quieres olvidarte de él, pero a los dos o tres meses ya piensas en volver», asegura el copiloto lucense

23 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Todavía noqueado por el jet lag, a Diego Vallejo (Meira, Lugo, 1973), que forma con su hermano Sergio uno de los tándems más famosos del automovilismo gallego, aún le quedan bastantes kilómetros que recorrer antes de pasar página a su segunda participación en el Dakar. «Tenemos compromisos con los patrocinadores y otros actos que no te dejan descansar lo que quisieras. De hecho, el teléfono no ha parado de sonar desde que aterricé en Madrid, pero estoy realmente satisfecho por cómo han ido las cosas», asegura el copiloto del madrileño Rubén Gracia. No en vano en la meta de Rosario entraron en la segunda posición de su categoría, la T3 de coches.

-¿Qué es lo primero que pensó cuando vio cerca la llegada?

-Pensé que había salido todo a pedir de boca. No era fácil, porque solo el ingeniero jefe y yo teníamos experiencia en esta carrera, probablemente la más exigente del mundo. De Rubén [Gracia] sabía que era un gran piloto, pero nunca sabes cómo una persona se va a comportar bajo estas circunstancias, con tanta fatiga y durante tanto tiempo. Y fue fantástico. Lástima que perdiéramos la primera plaza de nuestra categoría por una rotura de la suspensión en la penúltima etapa.

-¿Cuándo se le aceleró más el corazón, en la salida o en la meta?

-No lo sé. Cada una tiene su aquel. En la salida hay un grado de excitación enorme, quieres que todo empiece, tienes muchas ganas... y cuando ves la llegada a tiro... [piensa durante unos segundos] no sé bien cómo describirlo... sí, sí... una sensación de alivio enorme y, sobre todo, como ocurrió esta vez, cuando has cumplido con el objetivo.

-¿El momento más delicado que ha vivido en esta edición?

-Probablemente cuando se nos rompió la amortiguación en la penúltima etapa. No era una zona especialmente dura, íbamos por un tramo de tierra muy parecido al de los ralis, pero las piezas tienen memoria y dijo basta. Teníamos una pieza de recambio, pero no éramos capaces de sacar la vieja y llevábamos ya tres horas y media. Entonces, pensé: ?Ya está, se acabó?. Pero cuando más desesperados estábamos, lo conseguimos.

-En la primera semana llegaron a competir por encima de los 4.000 metros, ¿se hace especialmente duro?

-A nivel físico es complejo, te desgasta mucho. Aunque a mí me parecieron más agotadoras las etapas de la segunda semana en la que atravesamos el desierto y avanzar es una odisea. Hay zonas en las que el suelo son como polvos de talco de color amarillo y puedes llegar a enterrar todo el coche. A este polvo le llaman fesh fesh y es muy molesto porque se te mete por todas partes. Te ves enterrado hasta la cintura, intentando escarbar con la pala para poder sacar el todoterreno y a más de cuarenta grados.

-¿Con qué compararía la dureza del Dakar?

-Tal vez con un Ironman. Pienso que es lo más parecido. Normalmente en los ralis vas a esprint, como en el diez mil de un triatlón de distancia olímpica, exprimiéndote al máximo. Pero aquí hay que saber dosificar, pensar en que son muchos días por delante y no sólo el ritmo es importante. Y también incluye ese componente de aventura que lo hace tan atractivo.

-Dicen que no hay dos sin tres...

-[Se ríe] Bueno, bueno... déjeme descansar... Por ahora solo quiero pensar en tomarme un respiro. Mire, el Dakar es un rali que cuando lo acabas, quieres olvidarte de él durante un buen tiempo, pero a los dos o tres meses ya estás pensando en la siguiente edición y en cómo hacer para poder participar.

-¿Alguna vez rompió a llorar?

-Este año me emocioné mucho cuando a mitad del Dakar los vecinos de mi pueblo se juntaron con mi familia para darme ánimos. Estás allí, lejos, en la distancia, y eso te llega al alma. Fue muy bonito. Es un recuerdo que me quedará para toda la vida.

-Ya que del próximo Dakar no hablamos, ¿qué tiene en mente para la temporada?

-Seguiré compitiendo junto a mi hermano Sergio y con Rubén [Gracia] ya he quedado en hacer cosas en todoterreno. Los pilotos confían en mí y, por el momento, tengo trabajo. Tengo que considerarme un afortunado.

«Entreno mucho en África y creo que el trazado por Sudamérica es aún más duro»

Una de los temas más recurrentes a la hora de hablar del Dakar son las diferencias que había entre el trazado original por África con respecto a este por Sudamérica.

-¿Le gustaría vivir un Dakar por África?

-Sería un reto bonito. Pero evidentemente me gustaría ir cuando estuviesen garantizadas las condiciones de seguridad para los pilotos en todo el trazado, algo que, hoy por hoy, no se da. De todos modos, he entrenado bastante por África y creo que en nivel de dureza el actual trazado por Sudamérica es incluso superior.

-Hablando de seguridad en esta edición se le ha achacado a la organización no haber puesto todas las medidas posibles para evitar accidentes.

-En líneas generales, estoy convencido de que se hace un buen trabajo. Pero al final somos un montón de participantes, vamos muy rápido y en una carrera donde la fatiga es un factor importante, entonces es complicado minimizar a cero el riesgo de que haya accidentes. Además, en Sudamérica nos estamos encontrando con un problema y es que la cantidad de público que viene a cada etapa es increíble. Incluso en los tramos neutralizados, que están abiertos al tráfico, la gente se nos tira encima, quiere tocar el coche, estar con nosotros... es bonito, pero también aumenta el riesgo. ¿Pero cómo controlas eso? No se me ocurre una respuesta fácil.

-¿Le ha quedado grabada alguna anécdota referente al público?

-La gente que nos encontramos nos recibe con los brazos abiertos. Fíjese que en una ocasión, íbamos por una zona desértica y de repente vemos a dos caballos tirando de una moto que se había quedado atrapada. Son detalles que no se olvidan.