Pau Gasol, radar y conocimiento, un jugador milenario en la NBA

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

06 dic 2015 . Actualizado a las 19:47 h.

El día que dejé de preocuparme de mis estadísticas fue el día que empecé a ganar». La cita no es de Pau Gasol sino de Shaquille 0'Neal, y en ningún caso se le podría atribuir una reflexión parecida al actual pívot de los Chicago Bulls. Porque siempre supo que las victorias de equipo son cosa del colectivo y no de las individualidades, sin menoscabo de que puedan verse adornadas por expedientes particulares fuera de lo común. Él también los tiene, como el que firmó el pasado curso ante los Bucks de Milwaukee, con 46 puntos y 18 rebotes. O, más recientemente, el jueves, en Denver, con 26 puntos y 19 rebotes.

Pero para llegar a los mil partidos en la NBA, un umbral que debió alcanzar esta madrugada en el mítico United Center ante los Charlotte Hornets, no basta con fogonazos. Y los más de 150 millones de dólares que lleva ingresados desde que debutase en la gran liga americana, publicidad aparte, atestiguan que no se trata de un comparsa sino de alguien que ha logrado hacerse un hueco en la élite.

Pau Gasol tiene lo más importante: un un sistema de detección y localización en la cabeza cuando se encuentra sobre la cancha; y, cuando el balón ya no está en juego, una filosofía que él mismo resume en una frase: «No te recrees demasiado en las victorias y analiza en profundidad las derrotas». No hay mejor camino para progresar. Radar y conocimiento del juego.

Esas dos cualidades la han valido para abanderar la mejor selección española de todos los tiempos, que lo ha ganado todo excepto el oro olímpico. Y le han servido también para conseguir dos anillos de campeón de la NBA con los Lakers. Ha sabido ser líder y ha sabido complementar a otro líder, de distinto formato, como Kobe Bryant. Porque es de esos jugadores con una valencia impagable, de los pocos que conocen la capacidad de combinación que requiere cualquier equipo, cualesquiera que sean sus características. Quizás solo se le vio incómodo en sus primeros cursos en Memphis, cuando llevaba los galones del grupo un base tan difícil de clasificar como Jason Williams, más proclive a la fisión que a la fusión.

Pero no solo de la mente vive Pau Gasol. Sin ser un pívot especialmente atlético sí ha entendido cómo sacar el máximo provecho de sus cualidades, por su dominio de la técnica y de la táctica. Sabe leer los partidos, es un pívot que puede pasar como un base y tirar como un alero a poco que le dejen armar el tiro. Lo mismo amenaza en el poste bajo que en el poste alto. Rebotea. Y, lo más importante, suele hacer mejores a los que le rodean.

Así es como ha conseguido convertirse en uno de los emblemas de la NBA durante los tres últimos lustros. Y, a poco que le sigan respetando las lesiones, es difícil prever donde puede tener la fecha de caducidad. Porque el baloncesto es un juego de manos, pero se maneja con la cabeza.

Son mil partidos, lejos del récord de Robert Parish (1.611). En un par de meses, sin embargo, puede entrar en la lista de los cien NBA con más participaciones. Son palabras mayores.