El único español en un país de cuento

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

DEPORTES

A sus 21 años y tras jugar la pasada temporada en Filipinas, el vigués Álvaro Miguel Alonso será durante los próximos dos meses el primer europeo que participe en la liga de Bután

04 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

De darle patadas al balón en el Val Miñor a hacerlo en un país del que sus amigos ni habían oído hablar. Ese ha sido el periplo del futbolista vigués Álvaro Miguel Alonso, que con 21 años se ha convertido en un trotamundos de su deporte y en el primer europeo en jugar en Bután.

Ha fichado para los dos meses que dura la liga de este país asiático -compiten seis equipos- y explica con naturalidad que su aventura ha venido dada por su curiosidad innata, el gusto por viajar que le inculcaron sus padres desde niño y las ganas de poder vivir del deporte. Más un punto de «locura» que no niega. «Sentía que me estaba perdiendo algo que podía ser bonito fuera. Cogí la maleta y me fui».

Su primer destino foráneo fue Filipinas, donde jugó la pasada temporada en el Manila Jeepney. Apenas había contactado por mail con algún club, pero enseguida encontró acomodo. «El continente asiático siempre me había llamado la atención y sabía que allí un español se valora como pasaba aquí antes con los brasileños», comenta desde Vigo, donde descansa estos días antes de comenzar su nuevo reto en dos semanas.

Apetecible, pero prohibido

Con su conjunto filipino sin nada en juego, Bután se cruzó en el camino de Álvaro hace un par de meses. «Me salió publicidad en Internet y empecé a ver que se hablaba de él como el país de la felicidad, pero también como prohibido», comenta en referencia a los 300 dólares diarios de visado. «Tuve curiosidad por su fútbol y vi fotos de un estadio que me dejó alucinado», relata.

Lo comentó con un agente especializado en fútbol exótico y acabó allí. «Me atrajo que fueran dos meses y que si ganamos la liga, participaremos en una competición continental». Fue dicho y hecho. A través de ese agente contactó con su actual club, el Timphu FC, negociaron el contrato y el 8 de junio aterrizó allí. Será el único extranjero de la competición, algo que funcionó como reclamo para el fichaje.

De Bután asegura que es otro mundo, «como meterte en un cuento y aparecer en un lugar que no tiene nada que ver con lo que has visto antes». Alude a la forma de los edificios, al buda gigante en lo alto de una colina o las costumbres del día a día

A nivel futbolístico, la máxima categoría equivale a la Tercera española. «En España cobras unos 200 euros. El sueldo allí no me va a servir para retirarme, pero da para vivir bien e ir ahorrando». Como inconvenientes, el mal de altura -«me dieron palpitaciones»- y un estilo de vida diferente. «Es un país que hasta los 90 no tenía ni televisión. Aunque son muy abiertos y agradables en el trato».

En el futuro le gustaría probar en el fútbol indio o asentarse en Filipinas y terminar sus estudios. Su entorno se resigna. «Los amigos pasaron del «se te ha ido la pinza a ver las fotos y decir lo chulo que parece». Él confirma que lo es. «Siempre digo que juego al fútbol como excusa para viajar o que viajo como excusa para jugar al fútbol. El tema es disfrutar gracias a la pelota».

Un club presidido por una princesa y donde el fútbol se vive «como una fiesta»

Entre las extravagancias que se ha encontrado Alonso en la capital de Bután -que retrata como «cuatro calles rodeadas de montañas»- está que la presidenta de su club, el Timphu FC, sea princesa del país. «No tienen problema con el inglés, así que es la lengua con la que me comunico, pero en dzongkha, he aprendido lo típico: 'hola' o 'gracias' más 'princesa' para dirigirme a ella», revela.

Le ha sorprendido «ver a niños en cualquier rincón jugando al fútbol, con una piedra o con lo que encuentren», en contraste con Filipinas, donde el deporte rey es el baloncesto. En su nuevo destino, cualquier partido de fútbol supone un auténtico acontecimiento, como ya ha tenido oportunidad de comprobar como espectador a la espera de debutar en competición. «Estuve en un partido entre Bután y China, con el estadio con capacidad para 25.000 personas lleno, viviéndolo muchísimo de principio a fin y haciendo la ola pese a ir perdiendo 6-0». Una «fiesta» como las que espera vivir sobre el césped los próximos dos meses.