Villar sobrepasa todos los límites

Fernando Hidalgo Urizar
Fernando Hidalgo EL DERBI

DEPORTES

07 may 2015 . Actualizado a las 20:25 h.

Villar está tan echado al monte que puede que haya alcanzado un punto de no retorno. Pocos días después de que se aprobara el Real Decreto de los derechos de televisión, chantajea (una vez más) al Gobierno con paralizar el fútbol si no se somete a sus reivindicaciones. Este órdago, apoyado por pobres trabajadores como Messi y compañía, tiene un punto de disparate por el que alguien debería pagar.

Porque no es de recibo que un colectivo que gana 120.000 euros de salario mínimo en Primera División y 60.000 en Segunda pueda proponer o apoyar una huelga en un país como España que cuenta con más de cuatro millones de parados. El insulto a la ciudadanía es monumental. Como lo es que Villar pretenda hacer creer al mundo del fútbol que en toda esta guerra es una mera víctima. Y que nada de lo que está haciendo tiene que ver con las irregularidades detectadas en sus cuentas y con los pagos no justificados en la construcción de campos de fútbol.

Pero llegados hasta aquí, Villar, con la compañía inestimable del guerrillero Rubiales, ha montado un lío tremendo. Poniendo al Ejecutivo en una tesitura en la que no le queda otro remedio que no claudicar, como ayer demostró con su comunicado el CSD. ¿En qué no cedería un Gobierno que se dobla ante un chantaje del presidente de la Federación de Fútbol? Modificar una sola coma del decreto televisivo sería un torpedo en la credibilidad y fortaleza de quienes llevan las riendas de España. Y si algo no puede ser un Gobierno es débil. Y menos aún cuando tiene razón y se enfrenta a contrastados maestros de la marrullería.

Hasta hace no mucho, Villar era un asunto interno del fútbol. Si el propio balompié quiere tener como dirigente a un personaje como él, pues así sea. Pero hoy en día la situación es bien distinta, porque Villar ha decidido construir una nueva realidad. Que la Federación no es una entidad sobre la que el Gobierno delega funciones públicas, sino un organismo que le dice al Estado como, cuándo, dónde y, sobre todo, cuánto.

Y esto no se debe consentir.