Un tridente mortal vestido de blaugrana

Álex Couto

DEPORTES

28 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Sabemos que los equipos están condicionados por las características de los jugadores que lo forman. Buenos jugadores conforman buenos equipos si se cohesionan debidamente.

El FC Barcelona goza de una tripleta de jugadores que lo condicionan en grado sumo. Lo condicionan porque funcionan juntos, algo que a priori podría resultar hasta difícil de creer si consideramos que los cuerpos del mismo polo tienden a repelerse. No es el caso, la interacción entre Messi, Luis Suárez y Neymar provoca una incidencia manifiesta en el juego colectivo blaugrana. El juego de posición ha pasado a otro estado y ahora se busca que la pelota llegue en condiciones a los espacios habituales en los que estos tres astros se mueven.

Por un lado, Messi actúa como aglutinador, con la pelota atrae a una gran masa de oponentes que liberan opciones al resto de compañeros y es ahí en donde inician las interacciones sus dos complementos. Suárez arrastra, cae entre líneas y domina los desmarques de ruptura provocando fuerzas contrapuestas a las ejercidas por Messi como imán de oponentes. Neymar tiene la virtud de aparecer desde la individualidad para asociarse y provocar el quebranto, apariciones inciertas y mágicas. Entre los tres crean el contexto adecuado en el que se desarrollan todos los demás. La creatividad de mover al rival hasta encontrar el espacio por donde romper ha dejado paso a la certeza de que la pelota ha de llegar al último tercio del campo para que estos tres elementos diferenciales provoquen el desequilibrio, todos los demás complementan la acción. Messi es un generador de posibilidades, tanto propias como ajenas, su actuación define tal cúmulo de opciones que hace innecesaria una riqueza táctica más elaborada para acceder a niveles de excelencia. Él es capaz de operar y provocar los desajustes necesarios para crear peligro, sus compañeros acentúan e incrementan las opciones y se aprovechan de su generosidad.

Otro equipo en la historia presentó una particularidad semejante, el Brasil de México 1970, con Pelé como eje aglutinador, (en otro contexto), Tostao como elemento alternativo muy cercano al papel de Suárez y Rivelinho ejerciendo una labor cercana a la de Neymar. Con ellos se disfrutó de un fútbol cuyo objetivo era entregar la pelota para que la fantasía se convirtiese en costumbre y además con paralelismos semejantes a los actuales, Gerson de arquitecto, tal cual Iniesta, Clodoaldo como cobertor de toda una línea, tal cual Busquets y hasta con un mediocentro reconvertido a central, en las figuras de Piazza y Mascherano. Sin olvidarnos de la importancia colectiva de Carlos Alberto Torres en semejanza a Alves.

El fútbol es evolución pero con memoria.