El misterio Bartomeu no es una cuestión de fe

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

06 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

AJosep María Bartomeu, presidente del Barcelona, la agenda no le da tregua. Lo mismo le toca un susto como la imputación del juez Ruz por un posible delito fiscal que tiene que hacer un hueco para encabezar una delegación azulgrana al Vaticano a fin de firmar un acuerdo de colaboración con el proyecto Scholas Occurrentes, promovido por el papa Francisco.

El paréntesis le ha venido divino tras el sofocón judicial del caso Neymar. Rosell hablaba de un coste de 57?1 millones. Bartomeu, cuando tomó posesión, elevó la cuantía a 86,2. Y poco después el club realizó un pago a Hacienda de 13,5. Un año más tarde, esta misma semana, al saberse imputado, vuelve a los 57,1 millones, habla de conspiraciones políticas y anticatalanistas, también de una mano negra o quizás blanca. Pero se queda en el amago. Dado que el periplo Vaticano nada tiene que ver con cuestiones tan mundanas, cabe pensar que no aprovecharía para buscar consejo o consuelo en tan alta instancia. Sobre todo porque, a la vista de que el papa Francisco se está mostrando en sus mensajes limpio y claro, como el agua de las pías bautismales, correría el riesgo de que le saliese con el refranero para recordarle que «Dios aprieta, pero no ahoga» o bien decirle que «cuando Dios no quiere, los santos no pueden». También podría echar mano del Evangelio y plantearle aquello de «dar a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César».

Sea como fuere, el fichaje de Neymar tiene mucho de misterio y un poco más de ingeniería financiera. Y desentrañar esa madeja no debería ser tanto una cuestión de fe cuanto un ejercicio didáctico.

Y si el coste real del fichaje de Neymar se quedó en esos 57 millones de euros, cabe suponer que los negociadores no fueron los mismos que cerraron la incorporación de Luis Suárez en 80 millones, o los que trajeron a Mathieu por 20.

La reacción de Bartomeu quizás no debería extrañar tanto en un universo como el del fútbol, poco acostumbrado al rigor de la ley. Ahí está Villar, bregando contra Cardenal, que a ver quien es un secretario de estado para el Deporte para inmiscuirse. Ya se sabe: Dios en el cielo, en la tierra, el dinero. El fútbol quiere bula.