David Artime: «Si los presidentes quieren, acaban con los ultras de un plumazo»

Jesús Flores Lojo
Jesús Flores LA VOZ

DEPORTES

En su novela «La bufanda» analiza como la violencia, la política y el dinero han transformado un deporte en un negocio poco limpio

07 dic 2014 . Actualizado a las 08:56 h.

Es como una enciclopedia de la violencia en el fútbol. Cita de memoria partidos entre equipos británicos de los años ochenta o recuerda sin titubear la fecha, allá por los cincuenta, en la que se detectaron las primeras refriegas entre grupos organizados en la liga yugoslava. Estos días ha seguido con especial atención las informaciones relacionadas con la pelea del pasado domingo en las cercanías del Vicente Calderón, que acabó con la vida de Jimmy, el veterano miembro de Riazor Blues que la policía sacó prácticamente muerto del río Manzanares. «En realidad, este es el primer caso en toda la historia de la liga española que se produce una víctima mortal por agresión directa durante una pelea relacionada con dos bandas rivales afines a equipos de fútbol», advierte.

-Pero las cifras oficiales apuntan a que ya son nueve los fallecidos en España por la violencia en el fútbol...

-En realidad, son cuatro, porque el resto se trata de casos muy colaterales: tenemos, aparte de Jimmy, a Ramón Ríos, también del Dépor, muerto en Santiago en el 2003; a Aitor Zabaleta, de la Real Sociedad y aquel ultra del Espanyol apuñalado por los Boixos Nois.

-¿Cree entonces que todo el revuelo que se ha montado estos días ha magnificado la realidad?

-En cierto modo, sí. Solo hay que comparar lo que sucede en la liga española con lo que ha pasado, y sigue pasando, en otras competiciones. Incluso si nos ceñimos a la pelea del otro día en Madrid: fueron unos minutos -nada igualable a lo que hemos visto en calles de Inglaterra o de Francia- y se trató de un caso extraordinario; eso sí, con un resultado lamentable.

-La violencia en el fútbol español, en todo caso, está ahí...

-De eso no hay duda. Pero yo pondría mucho más énfasis en las agresiones que se producen prácticamente cada jornada por parte de ultras a aficionados comunes, las típicas a un seguidor rival que se pasea tranquilamente con la camiseta de su equipo por las calles de otra ciudad, el día del partido, y acaba con un puñetazo en la cara, por ejemplo. Son agresiones menores y no provocan escándalo social porque no hay grandes peleas por medio, ni los medios de comunicación la dan visibilidad como ahora ha sucedido con la muerte de Jimmy, pero están ahí, como un goteo constante. En este tipo de conductas es donde, en mi opinión, debería estar el objetivo de las fuerzas de seguridad y, sobre todo, de la Justicia: ahora, por una agresión de este tipo te meten una multa. Si en vez de eso estuviera penada con la cárcel, seguro que acabarían erradicándose.

-¿Que otras medidas, en su opinión, deberían tomarse para que las gradas se volvieran más tranquilas?

-Si los presidentes de los clubes quisieran de verdad, los grupos ultras desaparecerían de una vez por todas. Quitándoles las facilidades que tradicionalmente han tenido para conseguir entradas (fíjate en lo que ha pasado con las que tenían los Riazor Blues para acceder al Calderón, que según todas las informaciones les fueron facilitadas por la Federación de Peñas, que a su vez las había recibido de la propia directiva deportivista) o los locales en los estadios para guardar sus pancartas y toda clase de material, o dejando de apoyarse en ellos para realizar actividades: en Oviedo, tiempo atrás, tipo de agrupaciones ha llegado a participar en la captación de socios. Si entras en este compadreo con ellos, e incluso parece que te han hecho un favor, luego es muy difícil volver atrás.

-Claro, se crea una especie de simpatía general y cuesta verlos como los malos...

-Hay quien dice que solo son una minoría, y que el grueso de este tipo de agrupaciones son buena gente, pero yo sostengo que en realidad cualquier grupo que en su apellido lleva la palabra «ultra» es violento por definición. Lo otro son peñas. Los clubes son hipócritas cuando miran para otro lado y quieren mostrar a esta gente como unos chicos simpáticos. Pero son algo más que eso. Te pongo un ejemplo: tras la práctica desaparición de los Boixos Nois del Nou Camp irrumpió con fuerza otro grupo, los Almogavers, que están demostrando que se puede animar de forma original, ruidosa y visible, sin emplear la violencia y sin llevarla en su germen: hacen tiffos magníficos, tienen sus cánticos...

-Vamos, que se puede animar sin imitar a los hoolingans británicos. Porque en todo esto hay mucho mimetismo, no cree?

-Desde luego. En su origen en España era así. Pero ahora mismo también hay, por una parte, un cierto morbillo de clandestinidad, de creerte miembro de un grupo de gente malota; y luego, claro está, el afán de imitación de los líderes de ese grupo. Porque en estos grupos hay mucho chavalito deseoso de admirar a los mayores.

-¿Como surgen los grupos ultra en el fútbol?

-En Inglaterra hubo un trasvase de algunas tribus urbanas a las gradas y ahí comienza todo. Sin embargo, antes de eso hay constancia de que en Yugoslavia se produjeron enfrentamientos entre bandas totalmente organizadas a mediados de los años cincuenta. En los ochenta, la violencia llegó a su punto máximo en Inglaterra, pero a raíz de la tragedia de Sheffield Margaret Thatcher puso medidas sobre la mesa que cortaron mucho aquella tendencia. Pese a todo, no está erradicada ni mucho menos.

-A pesar de todo el control sobre los hoolingans...

-Es complicado. Incluso el Madrid o el Barcelona, que parece que han acabado con Ultra Sur y Boixos Nois, no han zanjado el asunto totalmente. Los Ultra Sur van ahora a animar al Castilla, en las gradas de Valdebebas, por ejemplo.

-Y Laporta pasó malos momentos tras la expulsión de los Boixos.

-Tuvo amenazas de muerte, pero contó con la ventaja de que en aquellos momentos este grupo ya comenzaba a ser mal visto en las gradas del Nou Camp. En cambio, el Frente Atlético goza de la simpatía de la mayor parte de los aficionados de este club, por lo que la decisión de expulsarlos del Vicente Calderón parece en principio bastante valiente.

David Artime Coto (Candás, Asturias, 1979) es periodista y escritor. Actualmente es redactor de la Agencia Europa Press en Asturias. Ha ganado varios premios literarios, entre ellos el de Literatura Erótica y el de Microrrelatos, de la Voz de Asturias.

En 2009, ganó el premio de narrativa en lengua asturiana de la editorial Trabe con la novela «La Bufanda», en la que trata uno de los temas que más le han apasionado desde niño: el de los ultras de fútbol.