Los gallegos que cambiaron al Honka

Míriam Vázquez Fraga VIGO / LA VOZ

DEPORTES

M.MORALEJO

Couñago y compañía rememoran para La Voz su experiencia en fútbol finlandés

21 nov 2014 . Actualizado a las 11:05 h.

«Contando los días para volver». Así pasan sus semanas de descanso en casa los gallegos del Honka de la primera finlandesa, los futbolistas redondelanos Pablo Couñago, Yerai y Caloi y el técnico vigués José Luis Riveiro. Y así lo confesaron esta semana reunidos por La Voz en Casa Paco, en cuyo equipo dieron los tres jugadores sus primeras patadas al balón. Couñago fue quien arrastró a sus amigos a la aventura nórdica, sobre la que charlaron e intercambiaron impresiones. Se incorporaron mediada la temporada y contribuyeron a que su club lograra la meta de la salvación. Ahora quieren más.

«De allí me sorprendió todo. Fueron tres meses de aprendizaje intenso y no quedaba más remedio que adaptarse rápido. Es estimulante empezar ahora desde cero, con tus ideas, un equipo estructurado, mejor compensado», razona Riveiro. Y Couñago se apresura a redundar en el argumento del vigués: «A idea era comezar a construír algo de cara aos anos que veñen. Houbo momentos duros como en calquera sitio, pero as cousas foron a mellor e rematamos todos cun gran sabor de boca e con ganas de máis. Pode ser unha tempada moi bonita para todos».

Aunque el mérito se lo van atribuyendo los unos a los otros, creen haber cambiado al Honka. «Era raro ver a alguno cantando en la ducha después de perder, cuando en el Choco no se movía ni una vela», recuerda Caloi. «Y te quedabas jodido varios días», apostilla el preparador. A él le hacen responsable de haber modificado eso. «Desde dentro percibí que Rive generó otras conductas, más seriedad, más orden... », retoma Caloi mientras Yerai asiente. Riveiro pone el foco en los futbolistas. «Los tres son muy queridos en el vestuario. Y el optimismo de Pablo fue básico. Siempre ve todo factible y anima al resto».

No obstante, el fútbol se vive de manera diferente, algo que también les chocó al principio. «Non son tan cercanos aos xogadores. E se gañas, ben, pero se perdes tampouco fan un drama. De todas maneiras, si que agradeceron o cambio coa chegada de Riveiro», expone Couñago. Acto seguido confirma sus sensaciones el extécnico del Juvenil B del Celta, que no se imagina «a la grada llorando si se hubiera descendido, como puede pasar en un equipo en España».

También para ellos ha sido una experiencia que les ha cambiado en cierto modo. «Para mí lo mejor fue la tranquilidad de sentirte realmente futbolista», sostiene Caloi, que en su etapa anterior «trabajaba por las mañanas, entrenaba en A Madroa por las tardes y luego bajaba al Choco». Hasta el punto de que echa la vista atrás: «Dices ''qué tonto fui de no intentarlo con 20 años o no tener la oportunidad''. Tuve una prueba, pero me salió un contrato y mi madre me animó a quedarme. Ahora estuvo en Finlandia y ya fue la mujer más tranquila del mundo, me dice que me quede cuanto quiera».

Una ciudad con mil posibilidades

El «estar lejos de la familia y los amigos» fue lo más duro, admite Yerai. Aunque contaron con visitas con las que «disfrutar de las mil posibilidades de Helsinki». Tenerse unos a otros ayudó. «Aunque entenderse no depende de la nacionalidad», dice Riveiro. Le apoya Couñago, que agrega que «na convivencia coñeces máis aos outros en menos tempo. Non houbo roces, e iso que tiñan que aturar aos nenos», recuerda el delantero en referencia a sus hijos ante las risas del resto.

Admiten sus compañeros que, de no ser por Pablo, quizá no se habrían animado. «O mellor foi ver que se converteron en xogadores importantes. A satisfacción de velos triunfar dáme moita alegría». Como se la da a Manolo Conde, de Casa Paco, que recibió la camiseta firmada por los cuatro para añadir al museo de su equipo -donde guarda, por ejemplo, una foto suya jugando con Couñago padre-, por el que los tres futbolistas pasaron. «Ya se sabe que la gente joven hoy tiene buscarse la vida lejos. Estoy muy orgulloso de ellos. Son como mis hijos».