El piragüista que no tiene techo

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO RIBEIRA / LA VOZ

DEPORTES

CARMELA QUEIJEIRO

Cristian Silva se prepara en Sevilla para asistir en julio al mundial de Portugal y su meta es repetir el oro que ganó en Hungría hace cuatro meses

13 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cristian Silva remó hasta lo más alto en Hungría. Allí se colgó al cuello la medalla de oro que lo acredita como campeón del mundo de piragüismo de K4 1000. Esto ocurrió en julio, y desde entonces su vida ha cambiado en parte. Lo que sigue igual son las horas y horas que pasa en el agua sentado en una piragua o en el gimnasio. Y todo ello sin perder la sonrisa. La misma con la que saluda a todo el mundo y que no tarda en empatizar.

Su principal objetivo, ahora, vuelve a tener calado internacional. Se trata del campeonato del mundo que se disputará en julio, en Portugal, y en el que pretende repetir el éxito de Hungría con un nuevo oro. El primero lo ganó con 18 años, y el segundo puede llegar con 19, lo que situaría a este boirense en un Olimpo reservado a deportistas de élite como el también gallego David Cal.

Su día a día lo pasa en Sevilla bajo la tutela de la Federación Española de Piragüismo, que financia su formación deportiva y académica. Este año cursa primero de Comunicación Audiovisual, aunque su intención es completar esta licenciatura, una vez acabada, con la de Periodismo. «No puedo quejarme, hago y estudio lo que me gusta, lo único que me cuesta es estar lejos de casa y la familia, pero bueno, lo voy llevando».

Dejar el hogar

Cristian Silva siente devoción por su abuela y su madre. Por eso, cuando dejó su hogar, siendo un niño, para explotar su talento en centros de alto rendimiento, no fue fácil. El primer destino fue Pontevedra y el segundo, Asturias. Ahora lo es la capital hispalense, en donde sabe que estará unos cuantos años. Mientras, en su Boiro natal, su nombre genera respeto y ejemplo a partes iguales. Lo primero atañe a quienes conocen su historia y su voluntad para crecer en la vida a base de esfuerzo y talento. El ejemplo lo despierta entre los niños de su equipo, el Club Náutico Boiro Piragüismo Rías Baixas.

«El nombre de Cristian anima a los críos a seguir practicando este deporte. Cuando él está en Boiro no tiene ningún problema en salir a entrenar con ellos y enseñarles a mejorar. Eso, en un campeón del mundo tan joven, no es normal y dice mucho de la persona y de su educación, que es muy humilde», explica un boirense que lo conoce muy bien desde crío.

Rostro popular

Entre sus vecinos, el rostro de este campeón del mundo ya no pasa desapercibido. «La gente me saluda al reconocerme y alguna me para por la calle para felicitarme. Yo no estoy acostumbrado a estas cosas, pero son vecinos y se lo agradezco», explica este piragüista que se caracteriza, en el cara a cara, por la honestidad de su mirada. Algo que confirman sus amigos y compañeros de piragua.

La humildad que mencionan sus allegados se traduce también en su forma de entender la competición. Cristian sabe que existió, o existe, dopaje, aunque él asegura: «Nunca lo he visto, pero lo rechazaría si me lo ofrecen. No puedo entender el deporte así».

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