Vincenzo Nibali gana el Tour de Francia y se convierte en el sexto ciclista en ganar las tres grandes

La Voz / Agencias REDACCIÓN

DEPORTES

Marcel Kittel se llevó la última etapa en la que se coronará al italiano como ganador escoltado por Péraud y Pinot

27 jul 2014 . Actualizado a las 22:08 h.

Vincenzo Nibali se ha proclamado vencedor del Tour de Francia y ha entrado en la historia del ciclismo al convertirse en el sexto deportista que ha ganado las tres grandes junto a Anquetil, Merckx, Gimondi, Hinault y Alberto Contador. El italiano concluyó la prueba con cuatro triunfos de etapa y siendo el gran dominador de la prueba que lo llevará a lo más alto del podio que compartirá junto a los franceses Jean-Christophe Péraud y Thibaut Pinot. El otro triunfador del día ha sido Marcel Kittel que ha conseguido cruzar primero la meta en los Campos Elíseos en la última etapa por delante de Alexander Kristoff y Ramunas Navardauskas y suma así su cuarto triunfo de etapa en el Tour de Francia.

Nibali ha conseguido su primer Tour de Francia, un título ganado a pulso por un deportista que ha despertado la ilusión de los italianos, que en tiempo de crisis y escándalos políticos y sociales ven en él a un chico ejemplar, una persona tranquila, sencilla, que no encaja con la imagen típica de las megaestrellas del deporte. Nibali entra en la historia de su país al convertirse en el séptimo italiano que gana un Tour de Francia, el primero desde Marco Pantani en 1998.

El Mundial de fútbol ha llevado decepción a Italia, Ferrari no funciona y Valentino Rossi ya no brilla encima de la moto. Es el momento del ciclismo, de Vincenzo Nibali, un ciclista siciliano que aporta otro. «No es, por ejemplo, el futbolista Ballotelli», comenta un veterano periodista italiano.

Un ciclista tiene difícil ensombrecer a un futbolista, pero el ganador del Tour ha irrumpido con fuerza en los hogares italianos, donde la televisión no para de contar casos de corrupción.

De momento, en su tierra, Sicilia, a la que no renuncia y siempre tiene presente, sus paisanos lo adoran. En Mesina es un ídolo. Algunos restaurantes han añadido el nombre Nibali al arancino, un guiso de arroz frito con carne de tono rojizo. Ahora esta comida la sirven de color amarillo en honor del líder del Tour.

Los títulos en la Vuelta (2010), Giro (2013) y Tour (2014) no es sino el resultado de una línea ascendente en su carrera. Cuenta con 7 podios en las grandes y cerca de los 30 años ha encontrado, según su director, Martinelli, el equilibrio físico y mental para que los éxitos sigan muchos años.

Vincenzo Nibali no es Pantani, que fue su ídolo. El Pirata vivió una época difícil en lo personal y en lo deportivo y se hundió tras ganar el Tour de 1998. El Tiburón de Mesina es diferente. No se le conoce escándalo alguno ni sospecha fundada relacionada con el dopaje y no rehuye las preguntas al respecto. Sus ganas de mejorar, su ambición, es lo que le caracteriza, de ahí que sea un escualo en carrera.

La historia de Vincenzo Nibali es la de aquellos italianos emigrantes que se fueron del país para buscar por el mundo una vida mejor. A los 17 años dejó Sicilia para ser ciclista y se ubicó con una familia en Mastromarco (Toscana). Una revolución en su vida que le enseño a asumir responsabilidades.

Convertido en el séptimo italiano en ganar el Tour de Francia, tendrá que poner a prueba su humildad y carácter tranquilo cuando regrese a Italia. Unos cuantos criteriums le reforzarán notablemente la cuenta corriente la próxima semana, y luego, los homenajes.

La bicicleta siempre fue su pasión, aunque su primera vocación fue el atletismo. La primera bici la tuvo con 8 años. Se la fabricó su padre con retales, pero hasta los 14 no compitió, y quedó segundo por un despiste. No vio la línea de meta tras una curva. Con 10 años se subía al Etna sujeto con una cuerda al coche de su padre, un cicloturista obligado.

Sus habilidad para el descenso la demostró pronto. Se tiraba por las colinas de Messina sin miedo alguno, lo que obligó a su padre a comprarle un casco.

En su casa la bicicleta también fue una herramienta importante para hacer pasar a Vincenzo por el aro de la buena educación. Su padre le rompió la bici por pelearse con un compañero del colegio. Un correctivo demasiado alto para un loco de la bici.

Era tan inquieto y habilidoso sobre la bici que un amigo de su padre le apodó la pulga de los Pirineos. Luego pasó de ser un insecto a un Tiburón, por su hambre voraz en competición. Fuera de ella es una marmota, muy aficionado a dormir.

Hace dos años, en la contrarreloj del Tour, en Besançon, la que ganó Wiggins, el italiano aún estaba durmiendo una hora antes de tomar la salida. Se levantó disparado, compitió y fue octavo.