Las penas máximas decidieron una nadería impropia de una semifinal

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

10 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ni Messi emuló a Maradona ni Holanda a la Naranja Mecánica. Ni brillaron los colectivos. Ni aparecieron las individualidades.

Los dos equipos jugaron con más miedo que vergüenza, sumamente preocupados por no descuidarse en la zona de cobertura. Ni se ruborizaron ni se rebelaron. Ni se divirtieron. Aburrieron. Una nadería.

Argentina, que puede estar mejor o peor pero que siempre compite, da la sensación de haber ido ganando algo de equilibrio con las lesiones. Sin Agüero y sin Di María, con Mascherano flanqueado por Biglia y Enzo Pérez, el equipo albiceleste ganó algo más de control en el centro del campo. Y mantuvo a su adversario muy lejos de la portería de Romero. En el otro lado, Van Gaal , como viene haciendo desde el primer día, empezó muy reservón, con mucha gente por detrás del balón. Hasta el descanso, su equipo ni siquiera inquietó. Sneijder y Van Persie apenas aparecieron en escena, a Robben ni se le vio.

Unos y otros se fueron contentos al intermedio entre tanta anestesia.

Era difícil, pero las dos selecciones se superaron en la segunda mitad y ofrecieron otros 45 minutos igual de flojos y con menos llegadas, más insulsos. Cambiaron las tornas de la posesión, porque Holanda tuvo más el balón. Y los técnicos movieron piezas en busca de algo más de mordiente. Se supone que esa era la intención, porque el fútbol discurrió lejos de las áreas, salvo con el tiempo casi cumplido. Sneijder inventó una dejada que era un lujo y Robben la malgastó por forzar más de lo requerido. Lo compensó Palacio en la prórroga, en el 113. Se le hizo de noche en el área y cabeceó a las manos de Cillessen. Fueron las mejores acciones del partido, junto con un par de recortes del portero holandés dentro de su área.

Visto como discurrió el partido y el poquísimo trabajo que tuvieron los dos arqueros en los 120 minutos, cualquiera diría que hubiesen pactado los penaltis. No debió ser el caso, porque Van Gaal no reservó a Krul, como hizo frente a Costa Rica, y lo pagó caro. En las penas máximas decidió Romero para Argentina.

Nunca una selección llegó con tan poco a una final de un Mundial.