El día que la Saeta se hizo gallega

antón bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

Alfredo Di Stéfano se enfundó en el año 55 la camiseta del Deportivo durante el homenaje al centrocampista blanquiazul Julián Cuenca en el estadio de Riazor

08 jul 2014 . Actualizado a las 14:44 h.

«¡Ni la vimos! Los brasileños nos dieron un auténtico repaso y a Alfredo no le gustaba perder ni a las canicas. Se le notaba molesto en el campo». Era el último domingo de mayo de 1955 en Riazor y 30.000 personas abarrotaban el estadio para homenajear al centrocampista Julián Cuenca, uno de los jugadores más emblemáticos de aquel Deportivo. Carlos Torres Barallobre (A Coruña, 1934), que militaba en el Celta de Vigo, fue, junto a su compañero Pablo Olmedo y la Saeta Rubia, uno de los refuerzos con los que contó el conjunto blanquiazul para medirse al Vasco da Gama. El resultado: 1-6 para los de Río de Janeiro. Pero aquella tarde, el mito del fútbol, el genio inagotable que ayer a los 88 años se marchó para siempre, se hizo gallego por un día.

«Cuando ya nos habían marcado el tercero, se acercó a Olmedo, que lo conocía porque había jugado con él en el Real Madrid y le empezó a decir: "¡Pablito!, ¡Pablito! ... véngase para acá... que ese [por el defensa rival] tiene las piernas tan grandes que no deja una pelota ni para usted ni para mí"», recuerda Carlos Torres, quien mantuvo el contacto con la estrella de Buenos Aires y del que con el paso del tiempo fue descubriendo su notable afición por la ironía. Como muestra, un botón. «¡El campo estaba muy duro, ché!». De este modo, le justificaba en los vestuarios de Riazor Di Stéfano la abultada derrota al periodista de La Voz Vicente Leirachá.

Pero el aprecio de Di Stéfano hacia Galicia no se limitó a aquel encuentro. «Hace dos años me lo encontré en Alicante en un evento de fútbol indoor y me volvió a decir: "¡Qué bien se come en su tierra, gallego!" Le encantaba el marisco», explica Manuel Ríos Quintanilla, Manolete, a quién la Saeta fichó del Deportivo y entrenó en el Valencia. En el club de Mestalla tuvo bajo sus órdenes al también coruñés Carlos Pellicer. «En una ocasión se acercó a mí y me soltó: "Gallego, ¡qué bonita es su tierra, pero que p... fría está el agua!"», apunta el exfutbolista mientras esboza un tímida sonrisa. «Sin duda, Alfredo era un gran tipo».